lunes, 2 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 3

Él pestañeó.


-¿Tantos?


-Un concurso así es un acontecimiento grande en Mercy. Además, es la oportunidad perfecta para huir de la vida de una población pequeña. El que no participe, es que está loco.


Paula se había más que arriesgado, pero no se lo dijo a Pedro. Él se lo pensó un momento y entonces la miró. Esos ojos cobalto sin duda habrían acelerado los latidos del corazón de muchas mujeres, pero a ella no la impresionaron. Los ojos no eran más que ojos, aunque tuvieran aquel color tan eléctrico.


-¿Y tú?


-Mi nombre ya está en la lista.


-Ah -asintió y señaló la caravana-. ¿Así que piensas que puedes durar más que yo? 


-Lo sé.


-¿Quieres apostar? 


-Claro. Veinte dólares a que me la llevo.


-Me parece justo -sonrió-. Estoy seguro de que estarás fuera el primer día.


Ella soltó un resoplido de incredulidad.


-Tú no pasarás de la primera noche. Recuerda, compartirás un cuarto de baño y un espejo.


Él se llevó la mano al corazón.


-Vaya, eso es un golpe bajo. Me preocupas, Paula.


A pesar de todo, Paula se echó reír. Si Pedro tenía un don, era el de hacerle reír.


-Voy a ganarte, Pedro Alfonso. Y después voy a marcharme de esta ciudad y a dejarte plantado en la nube de polvo que voy a levantar.


-Creo que serás tú la que te ahogues con el humo del tubo de escape -arqueó una ceja y le sonrió de medio lado-. No sabes con quién te estás metiendo.


-Ni tú. Jamás subestimes la cabezonería de una mujer.


Sobre todo la de una mujer que se jugaba casi todo. Paula se dió media vuelta dispuesta a marcharse.


-¡Paula! Te has olvidado de una cosa -le gritó Pedro.


Ella se detuvo y se volvió.


-¿El qué?


Él la señaló y luego a sí mismo.


-De tí. Y de mí. Vamos a estar ahí encerrados juntos -señaló la caravana y sonrió con suficiencia-. Podría ponerse caliente la cosa.


-Sí, ya me siento algo tibia.


Él se acercó un poco más. El aroma moderado de su colonia la envolvió. En cualquier otro hubiera resultado sexy, tentador, pero en Pedro...


-Ya no somos quinceañeros, sabes -le dijo él con su voz profunda-. Somos adultos, con deseos de adultos. Y teniendo en cuenta lo testarudos que somos los dos, podríamos estar dentro durante mucho tiempo. ¿No te preocupa que en un espacio tan pequeño puedas sentir... Tentación?


Ella se abanicó la cara a lo Escarlata O'Hara.


-Caramba, señor Alfonso, debo decir que es usted la cosa más seductora que he visto en mi vida. ¿Cómo voy a poder pensar a derechas?


-Bonito. Muy bonito -retrocedió-. Veremos quién aguanta más en la caravana esta.


-Yo ya conozco la respuesta. Yo -avanzó hacia él, señalándole el pecho-. Y, recuerda, yo no juego limpio.


-Ni yo, Paula -esbozó una sonrisa-. Esto va a ser divertido.


De su mirada intensa dedujo que no se refería al tipo de diversión que habían vivido cuando tenían siete años y jugaban a la carretilla. Paula sintió un remolino de fuego en las entrañas Pero se le pasaría con un refresco, se dijo mientras se alejaba. Bueno, tal vez con dos. 


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