viernes, 27 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 59

Que besara así de bien era un extra. Una ventaja que desplazó sus emociones hasta una dimensión desconocida hasta entonces. Ella se agarró a él como si fuera su tabla de salvación en un océano plagado de errores y noches solitarias. Él gimió y se apretó contra ella, y sus caricias se hicieron eco de las suyas. Pedro le acarició los costados y le pasó las manos por las caderas. Ella se deleitó al oírlo gemir. Pegó sus piernas a las de él, pidiéndole más con su cuerpo. Le mordisqueó el labio inferior, y él la apretó entre sus brazos con ardor, dejándole claro lo mucho que la deseaba. Paula dejó de pensar con coherencia. Aquel magnetismo tan potente entre ellos fue creciendo en intensidad, coronando y deslizándose como las aguas de un océano sobre la arena. Empezó a acariciarle los pechos a través del algodón fino de la camiseta. Cuando le rozó los pezones, ella volvió a la realidad como si se hubiera topado contra un muro de ladrillo. Se apartó de él y se puso de pie en un segundo mientras se bajaba la camiseta.


-No podemos hacerlo.


Pedro la miró sorprendido.


-¿Hacer el qué?


-Esto... -hizo un gesto hacia la cama, lo miró a él y luego a sí misma; el corazón le latía alocadamente-. No puedo liarme contigo. Así no.


-¿Y qué te hace pensar que esto iba a ir a más?


Ella soltó una risotada.


-¿No es así siempre?


Pedro se puso de pie, se acercó a ella y le agarró la cara con las dos manos. En la oscuridad, le pareció como si sus ojos la taladraran.


-Te deseo. Más de lo que puedas imaginar. Pero eso no quiere decir que sólo quiera acostarme contigo. Con cualquier otra mujer... Bueno, tú no eres cualquier otra -tragó saliva-. No quiero apresurarme contigo. Me importas demasiado. Somos adultos, y creo que lo bastante inteligentes como para saber dónde estamos... Lo que nos ha llevado a hacer esto.


Paula sintió que la emoción le atenazaba la garganta. Ningún hombre había pensado en algo que fuera más allá de lo que podía darle su cuerpo. Ninguno aparte de Pedro.


-Jamás habría pensado que tú pudieras decirme algo así.


Él le acarició el cabello con delicadeza.


-Tal vez no me conozcas tan bien como piensas -se inclinó hacia delante y le rozó los labios con los suyos con un beso tan casto que la conmovió más que ninguna otra cosa-. No soy un hombre corriente, Paula. No tengo dieciocho años y ya no estoy partiéndole a nadie el corazón en el baile del colegio. He cambiado, he madurado. ¿Por qué no quieres confiar en mí?


Ella no contestó. Las razones estaban ahí, pero por alguna razón no pudo expresarlas.


-Fui un estúpido -Pedro le trazó el contorno de los labios con el dedo-. Jamás debería haberle dicho a Nancy que cenaría con ella. Sólo intentaba ponerte...


-¿Celosa? -dijo ella.


-Sí -sacudió la cabeza-. Es como cuando éramos niños; siempre estabas diciéndome que me perdiera -sonrió-. Me volvías loco. Pero al mismo tiempo lo que más quería era besarte.


-¿Besarme? -repitió totalmente anonadada.


-Cada vez que me acerco a tí siento como si tuviera otra vez doce años. Nunca consigo decir o hacer lo correcto. 


No pudo ahogar una sonrisa. 

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