viernes, 13 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 29

 -¿Son de esas blandas que hace en Navidad? ¿Con nueces?


-Sí, y tengo tres docenas en mi bolsa.


-A cambio de pasta de dientes, jabón y champú. Él levantó las manos para darse por vencido. 


-Soy un hombre. Primero pensé en mi estómago. 


-¡Paula! -exclamó Graciela, su pareja en el juego, en tono irritado-. Te toca a tí.


Paula eligió una carta de las dos que tenía en la mano y la tiró.


-Lo siento. No necesito galletas.


Pero en ese momento le sonaron las tripas y traicionaron su explicación.


-¿Por qué? ¿Te has llenado con los batidos de Alicia esta mañana? -le susurró él.


Ella hizo una mueca y se estremeció un poco. 


-De acuerdo. ¿Cuántas galletas me vas a dar?


-Una por cada cosa. Como tengo pensado estar aquí un tiempo, serían tres galletas al día. Todos los días. Y si me siento especialmente sucio, será dos veces al día. Justo después del desayuno. A no ser que prefieras tomar un batido.


Consideró su oferta. Sus ojos le sonrieron y en sus labios se adivinaba una sonrisa.


-Trato hecho -sacó la mano.


Cuando Pedro le dió la mano, una corriente eléctrica se descargó en sus venas. Tenía los dedos largos y delgados; bonitos y fuertes. Sintió la tentación de darle un beso en la palma de la mano, sólo para aspirar aquel aroma a vainilla. No tenía ni idea de cómo se llamaba su perfume, pero sabía que nunca lo olvidaría. Sin embargo, en lugar de hacer lo que le apetecía, él le estrechó la mano y se la soltó.


-¡Paula! ¿Estás jugando o no?


-Ah, lo siento -Paula se dió la vuelta y sintió que se ruborizaba.


Pedro se lo tomó como una buena señal. Tal vez ella estuviera más interesada en él de lo que quería reconocer. Al dejar su última carta sobre la mesa le tembló un poco la mano . Había ganado esa ronda, pero apenas parecía consciente. Arturo recogió las cartas y empezó a barajar. Paula se retiró de la mesa y se puso de pie.


-Ahora mismo vuelvo.


-No puedes marcharte ahora -repitió Alicia.


-Ahora mismo vuelvo -repitió.


Pedro la siguió hasta el dormitorio. Paula puso la maleta encima de la cama, la abrió y sacó una bolsa de plástico con cremallera.


-¿Necesitas algo más? -le preguntó.


-No, gracias.


Pedro se colocó la bolsa debajo del brazo y se fue al baño. Mientras se duchaba, cada pompa de jabón con olor a vainilla le recordó a ella. Agradeció que la fragancia no fuera demasiado femenina. Aun así, incitó a su imaginación a adentrarse por caminos poco recomendables. Imaginó la misma pastilla de jabón deslizándose por la piel de Paula, con su aroma limpio y ligero perfumando su cuerpo bajo el agua caliente. Cerró los ojos y vio su cuerpo desnudo, brillante bajo el agua, rosado con el calor...


-Eh, tío, necesito entrar -gimió Adrián al otro lado de la puerta-. Esas judías que me he tomado ya las tengo en las tripas. Desde hace rato. Vamos, tío. 

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