viernes, 13 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 28

Finalmente Arturo salió y entró en la cocina.


-Todo tuyo, amigo.


-Gracias.


Pedro entró con la bolsa de gimnasia al hombro; abrió la ducha y sacó su neceser. Sacó ropa, varios calzoncillos, desodorante, un cepillo de dientes, calcetines, una lata de galletas y una maquinilla eléctrica. Y nada más. No tenía ni jabón, ni pasta de dientes ni champú. Pensó en la maleta de Paula y cómo le había tomado el pelo diciéndole que se «Había llevado demasiadas cosas». Por lo, menos se había llevado ropa interior limpia. Se guardó el orgullo, cerró el grifo de la ducha y fue en busca de ella. Estaba sentada en el comedor, jugando a las cartas con Arturo, Graciela y Alicia. Luis estaba tumbado en el sofá, roncando de nuevo. 


-Paula, necesito que me hagas un favor.


Ella seleccionó una carta y tiró.


-¿Mmm?


Se inclinó para susurrarle al oído.


-Yo... Esto... Ee me olvidó traerme jabón -pausa-. Y pasta de dientes -pausa-. Y champú.


Paula juntó sus cartas y las dejó en un montón sobre la mesa. Se tomó su tiempo para volverse hacia él.


-¿De verdad? -le dijo con una sonrisa de suficiencia en los labios-. ¿Reconoces entonces que no has traído suficiente?


-No del todo.


-¿O es posible que subestimaras a los demás concursantes y no trajeras bastante?


No pensaba reconocer nada.


-Tal vez.


Levantó sus cartas de la mesa y las colocó en forma de abanico. Le tocaba a ella de nuevo y tiró un diez.


-Tiro un triunfo.


-¿Entonces puedo tomar prestadas tus cosas?


-Tú eres el enemigo, Pedro. ¿No sería como repartir comida caliente a los británicos durante la Revolución?


-Yo no lo llamaría así.


-Si te dejo sufrir, tal vez te darás por vencido antes.


Sonrió y recogió la mano que había ganado.


Tenía algo de razón. ¿Por qué iba a ayudarlo? Ella quería la caravana tanto como él. Bueno, tal vez no tanto. Evidentemente, Paula era una mujer con empeño, y si se ponía a ganar, se agarraría hasta el último segundo. Claro que él haría lo mismo.


-Yo tengo algo que quieres. ¿Te interesa hacer un intercambio? 


Ella ganó otra ronda y sacó un as. Como él estaba de pie, veía el borde del sujetador debajo de la camiseta turquesa de cuello de pico. Negro, tal y como le había dicho.


-¿Y qué podrías tener tú que yo quisiera?


-Una lata llena de galletas de chocolate que ha hecho mi madre.


Se volvió hacia él.


-¿Tu madre te ha metido galletas? -dijo en tono divertido.


-Eh, mi madre me quiere mucho. ¿Qué puedo decir? Pensó que tal vez me entrara hambre.


Paula seguramente no se había dado cuenta de que se había pasado la lengua por los labios. Cuando eran niños, su madre solía darles paquetes de galletas a los vecinos. Conocía muy bien las habilidades culinarias de Ana Alfonso. 

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