viernes, 27 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 60

 -¿Te pongo nervioso?


-No. Me animas a intentarlo con más empeño –le agarró el mentón-. Creo que eso es bueno. ¿No te parece?


Antes de contestar, la cama sobre la cabina empezó a chirriar de nuevo. Se apartó de Pedro; y el hechizo se rompió.


-Parece que no somos los únicos que nos estamos divirtiendo -le susurró.


-¿Tú llamas... A lo que estamos haciendo... Divertirse?


-Oh, sí.


Le apartó un mechón de pelo de la cara y se lo colocó detrás de la oreja. La ternura de aquel gesto casi consiguió que se le saltaran las lágrimas. 



En esos días, Paula había descubierto que Pedro se había convertido en un hombre en quien podría depender, tal vez a quien podría amar. ¿Amar? ¿Por qué había pensado en eso? El amor no entraba dentro de sus planes. En absoluto. Pero al mirar a Mark empezó a preguntarse si... ¿Y si fuera así? Repentinamente la habitación quedó inundada por una luz blanca cegadora. Ellos se separaron y se cubrieron los ojos. Allí estaba Alicia, con las agujas de tejer en la mano, levantadas como la porra de un policía.


-Deberían avergonzarse de su comportamiento -gritó hacia la parte superior de la cabina, donde estaban Rafael y Julia.


Rafael asomó la cabeza por detrás de la cortinilla que cerraba su habitación.


-Déjenos tranquilos. Estamos recién casados.


-Para eso están las habitaciones de los hoteles -le blandió las agujas de tejer-. Para que puedan hacer eso en privado. No hace falta despertar a todo el mundo con sus locuras.


-¿Qué demonios está pasando? -preguntó Adrián con un bostezo.


-No puede decirnos lo que debemos o no hacer -dijo Rafael-. Julia es mi esposa. Si quiero hacer «Locuras» con ella, las haré.


Alicia colocó las manos en jarras.


-En cuanto Nancy Lewis se entere de esto, saldrán de la caravana en un abrir y cerrar de ojos.


Paula miró a Pedro y se mordió el labio para no echarse a reír a carcajadas. Vió que él también estaba a punto de hacer lo mismo.  Alicia se sentó en la butaca, se cruzó de brazos con una aguja en cada mano, como un faraón egipcio, y echó una mirada malhumorada hacia el altillo sobre la cabina.


-Me quedaré a echarles un ojo, chicos.


Rafael soltó una retahíla de improperios de lo más vulgar que sólo consiguió avinagrar aún más la expresión de Alicia.


-Vamos, Julia. Larguémonos de aquí.


Oyó que se vestían, y al poco bajaron y pasaron delante de Alicia. Julia iba llorando, pidiéndole a Rafael que se lo pensara. Pero su libido debía pesar más que su necesidad de ganar la casa rodante, porque continuó avanzando hasta llegar al dormitorio, de donde sacó las maletas, antes de salir de la caravana dando un portazo. Alicia los ignoró todo el tiempo. Sacó un ovillo de su bolsa y empezó a tejer otra manta. Clic, clac, clic, clac... Paula y Pedro se sentaron en la cama. El ambiente entre ellos se había enfriado, sobre todo bajo la mirada atenta de Alicia. Por primera vez desde que habían llegado a la casa rodante, agradeció la presencia de Alicia. Ella y sus agujas le habían dado un respiro de las emociones confusas que la abrumaban. ¿Sería posible que un momento antes hubiera estado pensando en salir con Pedro, un hombre conocido por sus conquistas y por su miedo a los compromisos? Él decía que había cambiado. Pero también había quedado para cenar con otra esa noche. Bendita Alicia. Si Paula creía lo que un hombre le susurraba en la cama, estaba abocada a cometer un grave error. 

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