miércoles, 18 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 40

Paula hizo ademán de salir, pero Pedro no estaba por la labor de dejarla escapar. No se había imaginado aquel deseo que hervía entre ellos. Ella estaba interesada en él. Estupendo.


-Debería pagarte -le dijo-. Y se me ocurren varias e interesantes maneras de hacerlo. Vestidos. O desnudos.


De nuevo su instinto más primitivo se le había adelantado y empujado a decir lo peor en el peor momento posible.


-¿Qué cobras por cortarle el pelo a un cretino que acaba de decir lo peor posible?


-Nada.


Ella parecía lejana de nuevo. Y sin duda él había contribuido con su comentario.


-Lo siento. Soy un imbécil. ¿Querrás perdonarme por decir tantas estupideces y por hacerte tantas preguntas personales?


Paula sonrió.


-Las peluqueras no le cuentan sus cosas a los clientes. Suele ser al contrario.


-¿Y qué te parece si te sientas y yo te corto el pelo? Así podrás contarme lo que quieras.


Ella pareció horrorizada.


-Jamás te dejaría acercarte a mí con unas tijeras en la mano.


-¿Y si lo hago de mentira?


Avanzó un paso y tomó un mechón de pelo. Era como la seda. Seda rubia. Las ganas de abrazarla y besarla se le hicieron insoportables. Se dijo que era suficiente con tocarle el pelo. Pero sabía que no. Se estaba engañando a sí mismo si pensaba que lo que había empezado a sentir por Paula era sólo amistad. En los últimos seis días algo había cambiado en su interior. La quería a su lado, junto a él, para todo. Para lavar los cacharros o ver las noticias. Para cosas que jamás había considerado hacer con una mujer.


-¿Han terminado ya? -dijo Alicia mientras entraba en la cocina-. Es la hora de la comida.


Paula se apartó de él.


-Deja que termine de recoger... -fue por la escoba y el recogedor, que colgaban junto a la nevera.


Él le quitó la escoba de la mano.


-No, tú ya has hecho bastante. Ve a relajarte al sofá, a ver un rato la tele.


Paula se sentó en el sofá, pero no parecía cómoda. No miró hacia él, sino que fijó la vista en la pantalla. El reportero que había estado allí con ellos estaba en ese momento hablando de las personas que quedaban en la caravana y mostrando sus fotografías. Pedro terminó de recoger. Tenía que volver a pensar en el programa de formación que Marcos y él habían pensado en montar antes de perder todo el negocio. Durante días había intentado un modo de comercializar el programa como algo valioso en el mundo empresarial. ¿Para qué pagar a un profesor cuando podían comprar los manuales? Y entonces cayó en la cuenta. Paula. Las señoras de la peluquería. Las relaciones. La confianza. Se le encendió la luz. Todo el mundo quería poder depender de algo, de alguien que pudiera ofrecer respuestas, apoyo... Formación. Así era como podrían vender aquel programa. Si promocionaba el paquete como una asociación en la que las empresas pudieran depender del mismo instructor, entonces tendría algo valioso. Marcos podría crear el software y él se encargaría de ayudar a los negocios a aplicarlo. 

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