lunes, 2 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 2

Deseosa de volver a sentir la libertad y la esperanza que había tenido en abundancia a los dieciocho años.


-¿Señora?


La palabra devolvió a Paula a la realidad.


-¿Señora? -repitió la chica-. ¿Desea apuntarse?


-Sí, sí -Paula garabateó su nombre en la hoja y se la pasó a la chica.


Volvió junto a la caravana y se dio una vuelta. Sólo veinte personas se disputarían el vehículo. Ya podía ir preparándose para pasar una buena temporada en la casa rodante, donde competiría con un montón de extraños o, peor aún, de gente conocida. 


-No me importaría estar atrapada en una caravana con una belleza como tú -dijo una voz profunda que Paula reconoció al instante.


Era Pedro Alfonso, hermano de Federico, Diego, Marcos y Luciana. Los Alfonso habían sido vecinos de Paula casi toda la vida. Desde que eran niños Paula y Pedro se habían peleado y habían jugado como si fueran hermanos. Eran dos personas temperamentales que siempre habían sacado lo peor el uno del otro. Paula se dió la vuelta.


-Hola, Pedro.


Tenía el mismo cabello ondulado que recordaba, castaño oscuro con algunos mechones dorados, como un dios del sol. Era atlético y musculoso, aunque no demasiado corpulento, y tenía unos preciosos ojos azules que parecían traspasar a quienes miraran. Pedro Alfonso era lo más parecido que había en Mercy a uno de esos modelos de Calvin Klein. Un hombre como él, apuesto y encantador, debería ir acompañado de una etiqueta que anunciara «Peligro».


-¡Paula! No sabía que fueras tú. Pensé que...


Una de las mejores amigas de Paula, Soledad, que estaba saliendo con Federico Alfonso, había pensado que sería divertido juntar a Paula y a Pedro. Los resultados habían sido desastrosos. Habían chocado en todo, desde la elección de una película hasta el tamaño de la bolsa de palomitas. Al final cada uno se había comprado su propia bolsa y se habían sentado separados; ella al lado de Soledad y él al lado de Federico.


-¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó Paula.


-Voy a apuntarme al concurso. Voy a aguantar más que ninguno de los demás pobres desgraciados y a ganarme esa preciosidad -le dio una palmada con aire de confianza. 


Era la personificación de todos los hombres que había jurado evitar. Hombres llenos de palabras dulces y sensuales, pero a los que les faltaba sustancia y permanencia. Hombres que no sólo le partirían el corazón, sino que también se lo despedazarían.


Una de las mejores amigas de Paula, Gabriela Hartford, lo había vivido después de salir con Pedro durante dos meses. Se había enamorado de él, y luego él la había dejado unos días antes del baile de fin de curso. Paula nunca había olvidado ni perdonado la falta de sensibilidad con la que Pedro había puesto fin a la relación.


-¿Pobres desgraciados?


-Bueno, me refiero a las demás personas que se hayan apuntado. Seguramente habrá sólo unos pocos.


-Hazte a la idea de que hay, digamos, un millón -hizo lo posible por imitar a la animadora-. Y sólo participarán los veinte primeros. 

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