Al momento, Pedro le pasó la taza de café y se sentó enfrente de ella.
-Sabes... -aspiró hondo antes de dar el paso-, es una pena que no estemos casados.
Paula empezó a toser como si se estuviera atragantando.
-¿Casados?
-Si estuviéramos casados, los dos podríamos ganar -sonrió, suavizando la seriedad de sus palabras-. Y después nos marcharíamos juntos hacia el atardecer. Ella sacudió la cabeza. -El matrimonio no forma parte de mis sueños.
Él dió un sorbo de café.
-¿Por qué no? -le preguntó, claramente decepcionado.
-Porque me volvería a atar a esta ciudad -agarró la taza con las dos manos-. Cometí ese error una vez. No pienso volver a cometerlo. Aún no he vivido mi vida. Sólo he vivido la vida en la que estaba atrapada por no saber elegir.
-¿Con un hombre?
Asintió antes de dar otro sorbo.
-Mi mayor error se llamaba David. Estábamos enamorados -dijo con sarcasmo-. O al menos yo lo estaba. Me dijo que estábamos prometidos, pero nunca se molestó en comprarme un anillo, de modo que todo acabó en una apariencia de felicidad.
-¿Pero por qué saliste con él?
Suspiró largamente.
-No sé explicarte lo horrible que era vivir con Alberto. Él... yo no le importaba nada, y ni siquiera me hacía caso a no ser que fuera para decirme que fregara el suelo o que el frigorífico estaba vacío - sacudió la cabeza-. Cuando cumplí dieciocho años, lo que más deseaba era salir de eso. De modo que me enamoré del primero que vino, me tragué todo lo que me dijo y me fui a vivir con él -suspiró y dió otro sorbo de café-. Vivimos juntos durante tres años mientras él tiraba de mí, haciéndome una promesa tras otra. Trabajaba en la acerería, igual que su padre y sus hermanos y sus tíos... Imagínatelo.
-¿Y tú?
-Entré a trabajar en el salón de Flo lavando cabezas. Después estudié en la escuela de peluquería y esteticien. Supuse que sería una buena profesión si lo de la cocina no salía. David dijo que su situación era temporal, hasta que tuviéramos el dinero suficiente para comprar una furgoneta y marcharnos de la ciudad -se echó a reír-. Consiguió la furgoneta, pero se olvidó de llevarme a mí. Se marchó a Nashville, supongo que a ganar dinero. Al menos me dejó una nota.
-¿Y después de marcharse? ¿Por qué no te fuiste entonces de la ciudad?
-Debería haberme marchado, pero no lo hice. Alberto salió herido en una pelea en un bar y acabé cuidando de él. Lo sé, fue una estupidez por mi parte, pero sentí que le debía algo. Mi madre lo había querido, y supongo que fue por eso. Cuando estaba sobrio era muy divertido, y un hombre que te hace sonreír es fácil de perdonar -cerró los ojos y se dio la vuelta-. Cuando se recuperó me pareció más fácil quedarme en Mercy. Tenía un empleo, tenía una casa en alquiler. Me dije que era todo lo que necesitaba.
-¿Y ahora?
-Ahora por fin ha llegado mi oportunidad. No pienso echarme atrás esta vez. Dejé el empleo en la peluquería antes de montarme en la caravana. La gane o la pierda, tendré que empezar de nuevo.
-Eso requiere coraje.
Ella sacudió la cabeza, y Pedro percibió el miedo en su mirada.
-Coraje no, Pedro, desesperación -se puso de pie y fue a servirse otra taza de café.
-¿Qué hay en California que no haya aquí?
-Tengo familia -dijo en voz tan baja que Mark tuvo que hacer un esfuerzo para oírla-. Además, es hora de hacer mi vida. Llevo veintiocho años aquí, siempre por otras personas. Primero fue David, después Alberto -añadió-. Ahora me toca a mí hacer lo que quiero y no pienso permitir que nadie me aparte de mi objetivo.
Pedro se puso de pie y se acercó a ella. Entonces le tomó la mano.
-Puedes tener todo eso con un hombre a tu lado, también. Si él te ama, querrá que persigas tu sueño.
Ella se apartó.
-Sí, para que después me abandone cuando yo me haya enamorado de nuevo como una tonta, ¿Verdad?
-El amor verdadero no quiere decir que seas tonta, Paula-le volvió la cara para que lo mirara; en sus ojos vio el brillo de las lágrimas-. Tal vez lo que sentías por David no era real.
Ella tragó saliva.
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