lunes, 16 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 34

Pedro se pasó la mano por la cara y no dijo nada. Tenía que ganar aquella maldita caravana. Inmediatamente. Después la llevaría a California, la vendería al mejor postor y los tres podrían comenzar de nuevo.


-Hablando de adultos, Luciana ha dado a luz a los mellizos, un niño y una niña. Somos tíos de nuevo, de la noche a la mañana.


-¿De verdad? ¡Estupendo!


El ver a su hermana pequeña casada y con familia sólo había conseguido que el deseo de hacer lo mismo fuera más fuerte. 


-Dijo que después de verte en las noticias de ayer por la noche se puso de parto -Marcos se echó a reír-. No sabía que esto saldría en la tele.


-Sí, vino uno de esos reportero fastidiosos que no dejaba de hacer preguntas todo el tiempo. Espero que no vuelva.


-Bueno, será mejor que me vaya -dijo Marcos-. Papá y mamá le han dado dinero a Catalina para que se compre ropa para volver al colegio, y parece empeñada en gastárselo todo lo antes posible -la miró y vió que tenía las manos llenas de faldas y vaqueros-. Creo que no tardará mucho.


Pedro se echó a reír.


-Marcos, gracias por venir.


Marcos asintió.


-Buena suerte con esto. Mientras estás aquí, deberías trabajar en ese programa de entrenamiento del que siempre hablabas.


Entre manual y manual, Pedro había empezado a trabajar en ese proyecto, pero se negaba a tomar forma. Y no estaba del todoseguro de poder hacerlo.


-No sé, Marcos. Sólo fue una idea. Estaba diciendo tonterías.


-A mí me pareció una buena idea. Tú tienes un don de gentes que yo no tengo. Sabes explicar las cosas sin que se sientan torpes. Sé que estás escribiendo los manuales, pero esa idea de un programa y clases es... genial -Marcos se frotó el mentón-. Sabes, cuando propusiste la idea, no pensé que funcionaría. Pero con el profesor adecuado...


-¿Quién?


-Tú -Marcos soltó una risotada-. Sí, lo sé. Ya veo la cara que pones. Sólo piénsatelo, ¿Vale? Si yo escribiera la parte informática y tú ayudaras a traducirlo, creo que sería un éxito. 


-Tal vez.


-Definitivamente -Marcos miró a Catalina y de nuevo a Pedro-. Si necesitas que te recojan, díselo a papá -Marcos evitó la mirada de Pedro-. He aceptado un trabajo en la acerería.


Pedro suspiró.


-Marcos, tú vales para mucho más que para eso.


-Tengo una hija que mantener. Además, aquí no hay mucho dónde elegir. No soy exigente; sólo necesito ganar un sueldo -Marcos se encogió de hombros, como si no le importara, pero Pedro sabía que no era cierto.


Le dió las gracias a Marcos por las galletas y le prometió mantenerlo al día a través del correo electrónico. Su hermano se despidió de él y fue a buscar a Catalina. Estaba triste; una tristeza que no había estado allí hacía un año. Pedro deseó poder hacer algo al respecto.


-Pareces decaído -Paula se sentó a su lado y le pasó un plato lleno de bolas rellenas de queso-. Además, quería disculparme por exagerar contigo antes. -su expresión se tomó suave-. Lo siento.


-No te preocupes -Pedro agradeció el gesto-. ¿De dónde has sacado esto? 

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