lunes, 23 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 50

Dejó que cada uno sacara una carta de la baraja. Alicia y Luis sacaron las dos más altas, de modo que se fueron corriendo a la cama de matrimonio. Rafael y Julia sacaron las dos siguientes e inmediatamente reclamaron la cama sobre la cabina. Paula vió la emoción en sus miradas y se figuró que iba a ser una noche muy larga para todos. Adrián le dió su reina a Pedro.


-Yo me quedo en la silla de delante. Es la mejor televisión.


Y dicho eso se acomodó. 


Las luces del centro se apagaron, dejando la caravana bañada en su luz ambarina. Pedro y Paula se quedaron más o menos a solas en el salón, el uno frente al otro.


-Bueno, supongo que me quedaré otra vez en la butaca -dijo, al ver que tenía la carta más baja de las dos.


-No, yo me acostaré en la butaca. Tú quédate con el sofá cama. Pero ninguno de los dos se movió.


-Escucha -dijo Pedro mientras colocaba la baraja-. Los dos somos adultos. Podemos compartir el sofá cama sin volvemos locos como si fuéramos adolescentes. Así los dos podremos dormir a gusto la noche entera.


Miró el sofá y supo que sería mejor que la butaca. El cuello le empezó a doler otra vez, como si quisiera recordarle que un colchón y una almohada le irían bien.


-No deberíamos, no sería...


-¿Adecuado? -Pedro arqueó una ceja-. ¿Desde cuándo te ha preocupado eso?


-Nunca -sonrió.


La cama resultaba tentadora. Lo bastante amplia para dos personas. Lo bastante cómoda para proporcionarle el descanso que tanto anhelaba. Pero entonces recordó la conversación de Pedro y Nancy, haciendo planes para ir a cenar. Por encima de ella, oía los sonidos amorosos de Rafael y Julia que aparentemente ya habían iniciado su luna de miel. En su mente imaginó a los recién casados pero con las caras de Pedro y Nancy. Un sentimiento, se negó a llamarlo celos, la invadió.


-La butaca está bien -dijo-. En realidad, la prefiero.


Pedro le sonrió. 


-Eres cabezota.


-No. Pero no quiero caer en las redes de tu seducción. Tal vez Nancy se deshiciera con tu sonrisa, pero a mí no vas a embaucarme con tanta facilidad -soltó-. Una noche platónica en la misma cama... Sí claro.


-¿Estás... -la miró con curiosidad- celosa?


-¿Estás loco? -sacudió la cabeza con énfasis-. Voy a prepararme para acostarme. Préstame uno de esos almohadones, si no te importa.


Y se marchó antes de que él pudiera decir nada más. Cuando volvió unos minutos después Pedro se había sentado en la butaca y se había tapado hasta arriba. Parecía muy incómodo, y al verlo se le ablandó un poco el corazón. El sofá cama estaba listo, incluso le había retirado la esquina de la manta.


-No tenías por qué hacer esto sólo porque soy una mujer -le dijo-. Podría haber dormido en la silla sin ningún problema.


Él contestó sin abrir los ojos.


-A veces soy un tipo más agradable de lo que tú crees. Ahora duérmete y déjame en paz.


Pero no lo dijo de mala manera; más bien le dió la impresión de que estaba algo dolido. Pero eso no era posible. Se metió en la cama y apagó la luz que había al lado. Pero, a pesar de lo cómoda que era la cama, no fue capaz de dormir. 

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