lunes, 30 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 61

"Marcos, No he dormido mucho últimamente y no, no te voy a decir por qué. Basta decir que el tener a Paula en la misma habitación  me impide concentrarme en nada más. Esa abuela, Alicia, se pasó toda la noche tejiendo, observándonos como un halcón. Llevo trabajando desde el amanecer, lo cual en este momento tal vez sea lo más inteligente. Dale un abrazo a Catalina de mi parte. Pedro". Pedro envió el mensaje a su hermano y seguidamente abrió el archivo de su propuesta para el programa de formación. Lo releyó, y tuvo que reconocer que le había salido bien. Conocía a dos clientes antiguos de su hermano y suyos que habían mostrado un interés en aquel programa el año anterior, pero en ese momento no habían concretado nada, tan solo la idea. Rezó en silencio mientras les escribía un correo electrónico y les enviaba la propuesta. Se retiró un poco y se dio un masaje para aliviar el dolor de cuello antes de cerrar su portátil. Al otro lado de la habitación, finalmente Alicia se había dormido y estaba roncando. Esperaba que Paula no roncara así cuando fuera su esposa... ¿Su esposa? ¿Desde cuándo había empezado a pensar en Claire en esos términos? La miró. Estaba vuelta hacia el otro lado de la cama, de espaldas a él. Tenía el cabello esparcido sobre el almohadón como una nube dorada, y la manta se le había resbalado de nuevo hasta las caderas. Al mirarla, se dió cuenta de que esa idea le había rondado el pensamiento casi desde el principio del concurso.  En algún momento durante los últimos seis meses Pedro había decidido dejar su vida de play boy y convertirse en un hombre de familia. Madurar significaba darse cuenta de lo que verdaderamente importaba, de lo que haría su vida más completa. Y sin duda eso sería establecerse en un lugar, junto a una mujer. De todas las mujeres con las que había salido, no se le ocurría ni una sola con la que hubiera querido quedarse más de unos cuantos días. Salvo Paula. Sólo podía pensar en lo mucho que la deseaba ese día, al siguiente, al otro, y durante todos los años de su vida. Pedro Alfonso, soltero empedernido, se estaba enamorando. Como si la hubiera llamado con el pensamiento, Paula se dió la vuelta.


-Eh -dijo con voz adormilada.


-Hola.


Se puso de pie y fue a la cocina. La camiseta de dormir era larga, pero para deleite de Pedro le dejaba las piernas al descubierto. Incluso por la mañana, sin un ápice de maquillaje en la cara, Paulaestaba guapa. La luminosidad natural de sus facciones parecía más resplandeciente a la suave luz del interior de la caravana.


-Hay café -Pedro se levantó, fue al mostrador y retiró la jarra de la cafetera-. Siéntate y te sirvo una taza.


-Gracias -se sentó en el banco, se dió la vuelta y levantó dos dedos- . ¿Puedes ponerme dos cucharadas de azúcar y... ?


-Dos cucharadas de azúcar y una gota de leche -terminó de decir-. Me fijo, Paula -añadió al verla sorprendida.


-Yo... Me siento halagada. Nadie se ha fijado nunca en cómo tomo el café.


-Te lo he dicho, no soy como los demás hombres que has conocido.


-Tal vez no -concedió ella. 

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