viernes, 20 de mayo de 2022

Enfrentados: Capítulo 41

Dejó la escoba y el recogedor en su sitio. Los demás estaban charlando animadamente de su aparición en televisión, pero él apenas los oía. Las ideas, la forma de la proposición, las posibilidades, todo le daba vueltas en la cabeza a toda velocidad. Quería volver a su ordenador antes de perderlas. Pero entonces se fijó en Paula, acurrucada en un rincón del sofá, pensativa. Había conseguido salvar el obstáculo con el programa de formación. Tal vez consiguiera salvar el obstáculo entre ella y él. Fue corriendo al dormitorio y salió con la segunda lata de galletas.


-Toma -le dijo, pasándosela a Paula.


-¿Qué es esto?


Ella sonrió de tal modo que Pedro deseó tener diez latas más. Le quitó la tapa y aspiró.


-Tu madre siempre hacía las mejores galletas. ¿Son de manteca de cacahuete?


-Sí.


-Ay, Dios, son mis favoritas -las miró con avidez. 


Si lo mirara a él como había mirado a las galletas...Se perdería.


-Toma las que te apetezcan. 


-¿Las que quiera? -le preguntó.


-Son todas tuyas. Es mi manera de darte las gracias por cortarme el pelo.


-¿Por el corte de pelo?


-Por eso y por unas cuantas cosas más.


Por ser la inspiración a la solución de su problema. Por estar en esa caravana con él. Sencillamente por ser ella. Escogió una y le dio un mordisco.


-Ah... Qué delicia -dijo mientras masticaba-. Pero si me como todas las galletas, ¿Entonces qué vas a utilizar para pagarme el uso del champú? 


Pedro la miró a los ojos fijamente. Una corriente eléctrica chisporroteó entre ellos.


-Estoy seguro de que se me ocurrirá algo. 




Esa tarde Pedro observó a Paula en la cocina, batiendo una mousse de chocolate. Arturo y Graciela estaban durmiendo la siesta; Rafael y Julia sentados en el sofá, discutiendo sobre electrodomésticos. Alicia tejía otra manta mientras Luis dormía en la tumbona. Renee estaba sentada en el suelo, haciendo un solitario. Y Adrián estaba pegado a la tele, por supuesto. Sabía que debía pensar en cómo eliminar a la competencia, pero sólo era capaz de observar a Paula. Mientras trabajaba meneaba las caderas al son de la música de la radio de la cocina, resultándole mucho más deliciosa que el postre que estaba confeccionando. Durante años había evitado cualquier cosa que se pareciera remotamente a un compromiso con una mujer. Entonces Paula había vuelto a su vida. Sin embargo, ella le había dejado claro que no quería nada serio en ese momento. En el pasado le habría parecido perfecto; pero en ese momento él quería algo más. Deseaba un hogar, un postre en la cocina, una sonrisa al final del día. Se aprovechó de que ella hizo una pausa y metió el dedo en el cuenco.


-Está deliciosa. Mucho mejor que la mousse que probé en Los Ángeles.


-Dijiste que te gustaba la mousse, así que decidí preparar un poco.


-Gracias.


Ella se encogió de hombros, como si no tuviera importancia. Pero el postre era prueba de que había estado pensando en él, y eso le gustó más de lo que hubiera creído posible. Tomó otro poco. 

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