miércoles, 31 de julio de 2019

Te Quiero: Capítulo 6

Media hora más tarde le llevó una cena ligera. Él se incorporó con gran esfuerzo y ella le puso algunos cojines detrás de la espalda.

—Estoy tan débil como un cachorro —dijo, con evidente irritación.

—Te vendrá bien comer un poco. Tienes sopa y pollo asado —declaró Paula, levantando el paño con que cubría ambos platos.

—Mmm —exclamó él, con visible placer—. Creo que cocinar es otra de tus habilidades.

—Mucha gente sabe cocinar —respondió ella, dándole una servilleta.

—Cuéntame algo más acerca de la hacienda. Se llama Wattle Creek, ¿No es así?

Paula dudó unos segundos y finalmente se sentó al lado de la cama.

—Sí. Ha sido de la familia desde hace cuatrocientos años. Mi tío es ahora quien se encarga de ella. Mi padre era su hermano, pero mi madre y él se murieron en un accidente de coche cuando yo tenía doce años.

—Entonces, ¿Tú también eres propietaria de él?

Paula volvió a dudar, pero pensó que era mejor discutir eso que su vida amorosa.

—Sí, pero mi padre era el hermano pequeño, de manera que es mi tío quien lo controla todo.

—Queensland —murmuró Pedro entre dientes—. Creo que sé mucho de esta parte del país, pero no sé por qué. De manera que… —el hombre hizo una pausa y miró al plato—… Wattle Creek ha tenido sus tiempos de sequía, inundaciones, pestes, fuegos, pero también ha vivido buenos tiempos.

—Ha sobrevivido —contestó Paula orgullosa—, y seguirá sobreviviendo.

Él alzó sus ojos azules hacia ella.

—Las cosas pueden cambiar —dijo, pensativo.

—Claro que pueden cambiar, pero los Chaves somos una familia fuerte.

—Cuéntame algo más de tu tío. ¿Tiene un heredero?

—Sí. Por el momento soy yo la heredera. Él nunca se casó. Es un hombre anticuado y bastante duro cuando quiere, pero yo lo quiero mucho.

—¿No hay ningún varón en la familia para que el apellido continúe?

—No, a menos que yo convenciera a mi futuro marido para que consintiera en cambiar el apellido. Pero nuestros hijos tendrán sangre de los Chaves.

—¿Lo harías? —preguntó él con curiosidad.

—¿El qué?

—¿Conseguir que tu futuro marido consintiera en cambiar el apellido?

—¿Por qué no?

—Parece un poco difícil… el orgullo del apellido suele ser algo a lo que nadie renuncia.

—Lo dices porque eres un hombre.

Él la miró burlonamente.

—Y de tí podrían decir que quieres llevar tú los pantalones.

—Probablemente ya lo dicen.

—¿Y no te importa?

Ella esbozó una sonrisa fría. A pesar de que ella nunca había pensado en pedir a su futuro marido que se cambiara el apellido, la falta de un hombre en su vida podía deberse una nada femenina voluntad de no tener que depender de ningún varón.

—¿Qué significa eso? —quiso saber él.

—Yo… —se encogió de hombros—. Me gusta ser independiente.

—Te creo.

Los labios de ella se curvaron en una mueca.

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