miércoles, 3 de julio de 2019

Indomable: Capítulo 27

Pedro frunció el ceño. Estaba empezando a perder la paciencia.

–¿Cuándo he dicho yo que tengas que dejar atrás a Valentina? Vendría con nosotros, por supuesto. Además, dices que tienes una vida aquí, pero van a tener que mudarse y me has dicho que no hay nadie en tu vida, así que… ¿Qué te impide tomarte tres meses sabáticos y ayudar a una anciana que aseguras que te preocupa?

–Docenas de cosas –masculló Paula–. Para empezar, el hecho de que tengo que buscar otro sitio donde Valentina y yo podamos vivir cuando se venda esta cabaña.

–Eso no es problema. Puedo hacer que mi secretaria se ponga en contacto con las agencias inmobiliarias de la zona para encontrar un alquiler a tu medida, y una vez hayas escogido el lugar que más te convenga incluso puedo buscar una empresa de mudanzas para que trasladen sus cosas.

–No se trata solo de eso. Mi hija necesita estabilidad; no puedo llevármela de repente y…

–Estoy seguro de que le encantará Italia. Villa Lucia, la propiedad que tengo en Portofino, tiene casi dos hectáreas de jardines. Las temperaturas son mucho más cálidas, y dentro de un mes incluso podrá bañarse en el mar. Tú misma has dicho esta tarde que te gustaría poder llevarte a Valentina de vacaciones para que acabara de recuperarse de la gripe que la ha dejado pálida y sin apetito –le recordó.

Paula no podía negar que había dicho exactamente eso cuando Valentina se había negado a comer más de medio sándwich en el hotel.

–Pero no serían unas vacaciones –apuntó–. ¿Quién cuidaría de Valentina mientras yo trabajo?

–No puede llamársele «trabajo» –replicó Pedro–. Mi abuela no necesita que una persona esté pendiente de ella las veinticuatro horas del día. Principalmente le harías compañía y te ocuparías de lo que pudiera necesitar. Además, sabes tan bien como yo que le encanta estar con Valentina. De verdad que no entiendo qué problema hay –dijo lleno de frustración–. Es la solución perfecta: mi abuela estará bien cuidada y feliz, y la niña pasará tres meses en un lugar con un clima más cálido que el de este sitio.

Sí que había un problema; él era el problema. O más bien la idea de vivir bajo el mismo techo que él durante tres meses y tener que verlo cada día con aquella atracción irresistible que sentía hacia él.

–Lo siento, pero mi respuesta sigue siendo no.

–¿Pero por qué? –inquirió Pedro, esforzándose por reprimir su frustración.

–Tengo mis razones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario