miércoles, 31 de julio de 2019

Te Quiero: Capítulo 10

—Hay muchas que podrían incluirse en ese grupo, Pepe.

—Deja que me explique…

—Creo que sería una buena idea. Ya sabes que en este momento dependes bastante de mi buena voluntad.

—Bien. Hay mujeres en las que sólo puedes pensar en términos sexuales. Quiero decir que es difícil encontrar mujeres con las que puedas hablar sobre…

—Lo que no deberías hacer es irte a la cama con mujeres con las que no puedas hablar, Pepe. Hay nombres desagradables para describir ese tipo de hombres.

—Desgraciadamente es uno de los riesgos de ser hombre, Paula. Pero lo que estaba intentando decirte es que tú eres una mujer en la que se aprecia una personalidad distinta que provoca curiosidad y ganas de conocer, sin que sacrifiques por ello tu femineidad y poder de seducción. Lo cual es un alivio, porque, como te dije antes, eres una mujer a la que un hombre puede tomar en serio de muchas maneras, en la cama y fuera de ella.

Ella lo miró unos segundos sin decir nada. Luego abrió mucho los ojos.

—¡Me conoces sólo hace unas horas!

—Si hay algo de bueno en tener la mente completamente en blanco, es el ser muy receptivo a nuevas impresiones.

—¿Y no te da ningún reparo hacer ese tipo de declaraciones a una completa desconocida? No me contestes, es una pregunta un poco estúpida.

Pedro esbozó una sonrisa.

—Paula, tengo el presentimiento de que me gusta decir las cosas claras.

—A mí me pasa igual. Pero ahora te diré que si me preguntas algo más de ese tema me iré a la cama.

—Está bien. Dime qué clase de ganado tienen y cuántas cabezas. Cuántos kilómetros tiene la hacienda y todas esas cosas.

Ella abrió la boca, pero la expresión de él era seria y educada. Los labios de la mujer se curvaron en una sonrisa tranquila.

—No pienses que me engañas… pero tú lo has preguntado.

—De verdad me interesa —protestó él.

Paula se tomó el coñac que le quedaba y echó hacia atrás la cabeza. Luego empezó a hablarle del rancho. Él hizo algunos comentarios y preguntas tan inteligentes sobre el tema, que la extrañaron.

—Me da la impresión de que tú, Pepe, debes de saber algo acerca de este negocio.

—Así es. Pero el por qué y el dónde lo aprendí es otra historia —el hombre hizo una pausa y bostezó.

—Creo que ya es hora de irse a la cama —sugirió ella.

—¿Es que me abandonas?

Ella se quedó mirándolo fijamente.

—Creo que hay algo que no sabes acerca de mí.

Él levantó una ceja con gesto soñoliento.

—Y es que sé cantar —continuó ella—. ¿Te gustaría que te cantara una nana?

Él puso tal cara de recelo que ella casi se echó a reír.

—Lo haré muy suavemente —le aseguró, y luego comenzó la nana—. Git along, little dogie…

Con voz clara y suave Paula entonó aquella canción de vaqueros tradicional, al tiempo que observaba cómo Pedro la miraba sorprendido, luego relajado y finalmente se quedaba dormido. Contempló la idea de levantarse, apagar la luz e irse a la cama, pero estaba tan cómoda y relajada que decidió posponerlo unos minutos, hasta que él se hubiera dormido del todo. Y eso fue lo último que pensó antes de dormirse ella también.

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