lunes, 15 de julio de 2019

Indomable: Capítulo 50

–Carla no tiene la más mínima posibilidad –continuó Diana con desdén–. A Pedro no le van las chiquillas. Pero dale un par de años y tal vez consiga captar su interés durante una semana o dos –miró a Paula con una media sonrisa–. Fuimos amantes hace unos años, pero duró poco. Los idilios de Pedro siempre son breves –añadió con sarcasmo–. Cuando ví que la cosa se acababa decidí conformarme con Antonio. Si no puedes tener lo mejor… ya sabes –dijo encogiéndose de hombros–. En fin, las modelos tenemos que retirarnos siendo aún muy jóvenes, y aunque Antonio  no era un multimillonario ni mucho menos, sabía que a su lado no tendría que preocuparme por el dinero.

Espantada por lo calculadora que era aquella mujer, y que además lo confesase sin pudor, a Paula no se le ocurrió nada que decir. El imaginarse a Diana y Pedro como amantes estaba haciendo que se le revolviera el estómago. ¿Cuántas de las mujeres que estaban allí esa noche habrían pasado por su cama?, se preguntó paseando la vista por el salón, y fijándose en varias invitados excepcionalmente hermosas. En el funeral de Javier también había mirado a su alrededor, intentando adivinar con cuáles de las mujeres allí presentes se habría acostadomientras había durado su matrimonio. El dolor por su muerte se había mezclado con la ira y la humillación por sus infidelidades y se había jurado que nunca volvería a pasar por algo así.

–Lástima que Romina Barinelli no comprendiera la regla de oro de Pedro: nada de compromisos –dijo Diana, irrumpiendo en los pensamientos de Paula.

–¿A qué te refieres? –inquirió sin poder disimular su curiosidad, aunque tenía el presentimiento de que no le iba a gustar la respuesta–. ¿Quién es Romina Barinelli?

–Es, o más bien era, una actriz italiana con mucho talento y una prometedora carrera por delante… hasta que conoció a Pedro. Hace un año tuvieron un idilio, y cuando él puso fin a la relación Romina intentó suicidarse con una sobredosis de pastillas. Oh, sobrevivió –aclaró Diana cuando Paula gimió horrorizada–, pero no ha vuelto a trabajar desde entonces. Dice que él le prometió que se casarían, pero me cuesta creerlo –admitió–. Pedro es el arquetipo por excelencia de playboy, y es bien conocida su alergia al compromiso. Claro que es posible que le pusiera un cebo para llevársela a la cama.

Paula tragó saliva.

–¿Estás sugiriendo que la engañó para hacerle creer que la quería?

Diana volvió a encogerse de hombros con indiferencia.

–No puedo asegurarlo, pero a pesar de su encanto Pedro puede ser implacable cuando quiere algo. Y no puedo decir que me sorprenda, siendo como es nieto de Alfredo Alfonso, uno de los hombres de negocios con más poder de Italia. No se levanta una compañía como Eleganza siendo medroso, eso seguro. Y luego también hay que tener en cuenta la infancia y adolescencia que tuvo Pedro; él mismo me confesó una vez que ser testigo de la turbulenta relación de sus padres le hizo decidir que jamás se casaría.

Paula se pasó el resto de la tarde charlando y sonriendo hasta que le dolían las mejillas, y todo el tiempo se esforzó por evitar a Pedro.

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