miércoles, 10 de julio de 2019

Indomable: Capítulo 37

Cuando Pedro de repente despegó sus labios de los de ella y se quedó mirándola a los ojos la pilló completamente desprevenida, hasta que se dió cuenta de que tenía los brazos alrededor de su cuello. Se apresuró a bajarlos, y las mejillas se le tiñeron de rubor. La única forma posible de defensa en ese punto era el ataque.

–¿Cómo te atreves a besarme otra vez?

Él la miró divertido.

–Tu indignación resultaría más convincente si no hubieses respondido a mi beso con tanto ardor.

Pedro la observó mientras se ponía bien el jersey, y el corazón le palpitó de un modo extraño cuando vió que le temblaban las manos. La media melena que siempre llevaba tan bien peinada estaba revuelta, y le caía un mechón sobre la mejilla. Habría querido peinarle el pelo con las manos, acariciarlo, pero sabía que si lo hiciera Paula reaccionaría como una gata rabiosa.

«¡Qué estúpida!», se reprendió Paula furiosa consigo misma y cerrando los ojos, llena de vergüenza. Malo era que hubiera permitido que la besara de nuevo, pero peor aún que le hubiese respondido de aquel modo, y que hubiese sido él quien hubiese puesto fin al beso. A través de la puerta cerrada oyó a Valentina cantando Brilla, brilla, linda estrella. Luego a su dulce voz se unió la voz temblorosa de Sara. ¿Cómo podría volver a entrar y decirles que no iban a ir a Italia?¿Pero cómo podría pasar tres meses en la villa de Pedro cuando le había faltado poco para suplicarle que le hiciera el amor allí mismo? Inspiró profundamente y se obligó a mirarlo a los ojos.

–Iré a Portofino por tu abuela –dijo intentando recomponer su maltrecha dignidad–. Con gusto seré su enfermera particular y su acompañante, pero no consentiré que hagas conmigo lo que quieras.

–Si hubiera hecho contigo lo que quisiera, cara, te aseguro que ahora mismo no estarías frente a mí completamente vestida –replicó él en un tono meloso.

Luego, ignorando los puñales que le estaba clavando ella con la mirada, metió la mano en el bolsillo de los vaqueros y sacó un papel doblado que le tendió a Paula. Ella lo desdobló y vió que era un cheque. Se quedó mirándolo un momento y después lo miró a él.

–No entiendo para qué es esto.

–Es tu salario de los próximos tres meses.

–No seas ridículo. Esto es lo que gano en un año.

Pedro se encogió de hombros.

–Quiero que mi abuela tenga la mejor atención. Sé que harás todo lo posible para que esté cómoda y contenta, y por eso estoy dispuesto a pagarte bien.

–Me niego a aceptar tanto dinero –Paula sacudió la cabeza y partió el cheque por la mitad–. No tienes que sobornarme; le tengo mucho cariño a tu abuela y quiero cuidar de ella. Me basta con cobrar lo que me pagan al mes en el hospital.

Pedro se quedó mirándola lleno de frustración. ¡Y él que pensaba que su abuela era cabezota! Paula la superaba con creces.

–Pero con ese dinero podrías pagar la entrada para comprar Primrose Cottage y Valentina y tú podrían seguir viviendo allí.

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