–¿Nos vamos ya, mami?
–Sí, cariño, ahora mismo.
Paula volvió a abrocharse el cinturón con manos temblorosas. No quería ni pensar que Valentina pudiera ver a Pedro, o que él mirase en aquella dirección y las viera a ellas. ¡Y pensar que había confiado en él! ¿Acaso no había aprendido nada después de que Javier traicionara la fe ciega que tenía en él? ¿Cómo podía ser tan idiota para cometer el mismo error dos veces? Puso en marcha el motor, y el ruido atrajo la atención de Pedro, la mujer y el niño. Como un animal asustado por los faros de un coche, no podía apartar los ojos de Pedro. Él también se quedó como paralizado un instante, sorprendido de verla allí, y frunció el ceño. Dió un paso, pero Paula se obligó a salir de su estupor y dió marcha atrás para salir por otra calle. Tenía que alejarse de allí, de él.
Horas después Pedro se dirigía de regreso a Villa Lucia, impaciente por hablar con Paula. Imaginaba que debía haberle sorprendido verlo en Génova, pero lo tenía algo preocupado lo tensa que la había visto, y no entendía por qué había salido corriendo de esa manera. Estaba siendo un día muy intenso. Por fin parecía haberse ganado a Diego con la bicicleta que le había regalado, y lo había embargado la emoción cuando su hermano lo había abrazado. Era la primera vez que lo hacía. Aquello había reavivado dolorosos recuerdos de Marcos, pero también había reforzado su determinación de ser una figura paterna para el chico. Además, con el permiso de Diego, que ya había decidido que quería conocerlo, había ido a ver a su abuelo para revelarle que tenía otro nieto, y este se había tomado la noticia mucho mejor de lo que había esperado. En un primer momento había sido un shock para él, naturalmente, y lo había disgustado que Horacio le hubiese ocultado aquello durante siete años, pero estaba deseando conocer al pequeño, y se había mostrado de acuerdo con él en que debería heredar una parte de la compañía. Y ahora por fin podría contárselo también a Paula y abrirle su corazón. Estaba hecho un manojo de nervios, pero también esperanzado de que ella quisiera compartir el futuro que soñaba. Al llegar lo extrañó ver estacionado un taxi frente a la casa. Detuvo el coche a unos pocos metros, y justo en ese momento Paula bajó la escalinata de la entrada con una maleta en la mano. Se paró en seco al verlo, y aun en la distancia Pedro pudo ver lo tensa que se puso antes de apartar la vista y volverse hacia el taxi para meter la maleta en el maletero.
–¿Qué estás haciendo? –le preguntó Pedro bajándose del coche.
Cuando se acercó vió que Valentina estaba dentro del taxi, y lo invadió un mal presentimiento.
–Me marcho.
–Eso ya me lo he imaginado, ¿Pero por qué? Te contraté por tres meses.
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