miércoles, 17 de julio de 2019

indomable: Capítulo 55

–¡Voy a ir a ver a mis abuelos! –le dijo Valentina a Pedro, con los ojos brillantes de excitación.

–Vaya, seguro que te lo pasas estupendamente, piccola –respondió él con una sonrisa, antes de mirar a su madre con una ceja enarcada.

–Los padres de Javier tienen una casa de veraneo en Niza y han invitado a Valentina a pasar unos días con ellos –le explicó ella, aliviada de que su voz no delatase que tenía el corazón desbocado.

La semana anterior, durante la cual Pedro había estado fuera, se le había hecho interminable. No le había dicho cuándo volvería, y aunque él había llamado un par de veces, la conversación había sido forzada y exclusivamente sobre su abuela. El encontrárselo esa mañana en el comedor cuando bajaron a desayunar la había dejado sin aliento.

–Luis y Alicia, mis suegros, llegarán a Génova mañana desde Inglaterra. Su idea es alquilar un coche y recoger a Valentina para irse a Niza.

–¿Puedo ir a decírselo a Bobby? –preguntó Valentina al ver por la ventana al perro correteando por el jardín.

Cuando Paula asintió la niña se bajó de la silla y salió corriendo.

–¿Cómo llevas el separarte de ella? –inquirió Pedro al ver su expresión, ligeramente.

–Bien –mintió ella, y esbozó una media sonrisa cuando él enarcó las cejas con incredulidad–. La echaré de menos, pero solo será unos días, y se lo pasará muy bien. Los padres de Javier la adoran, y sé que cuidarán bien de ella.

–Mi abuela me ha dicho que se va a pasar el día con Barbara y Andrés Harris.

–Sí, está arriba preparándose; le he dicho que la llevaría a su casa.

–¿Qué te parece si llevamos a Valentina a la playa? –propuso Pedro–. Podríamos llevar a mi abuela a Rapallo y a la vuelta parar en Santa Margherita. Es una pequeña localidad costera con su playa, donde podrá hacer todos los castillos de arena que quiera.

Si se hubiera dejado llevar por su instinto, Paula habría dicho que no. El modo en que había reaccionado al verlo en el comedor evidenciaba el efecto que tenía sobre ella, y durante la semana que había estado fuera había decidido que no podía arriesgarse a tener algo con él. Sin embargo, su sensual sonrisa minaba sus defensas. Y estaba verdaderamente irresistible con aquellos vaqueros gastados y los primeros botones de la camisa desabrochados, dejando al descubierto su piel aceitunada y una ligera mata de vello negro. ¿Qué mal le haría pasar un día con él?, se dijo. Y a Valentina le encantaría ir a la playa. Dejó su taza de café en la mesa y le dirigió una sonrisa serena.

–Me parece bien.

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