viernes, 26 de julio de 2019

Indomable: Capítulo 72

Una vez más había vuelto a juzgarlo injustamente.

–Mi padre abandonó a su amante sueca cuando supo que estaba embarazada, y no tuvo contacto alguno con Diego hasta que en su lecho de muerte me pidió que lo buscara –le explicó Pedro en un tono quedo–. No podía decirle nada a mi abuelo porque aún estaba frágil tras la operación de corazón a la que se había sometido. Está muy orgulloso de nuestro apellido, y temía el shock que supondría para él enterarse del reprobable comportamiento de su hijo. Llevo meses intentando acercarme a Diego y ganarme su confianza. Quería hablarte de él, pero le había prometido que no le revelaría su identidad a nadie hasta que se sintiese preparado.

Paula se quedó mirando su apuesto rostro con el corazón encogido.Parecía agotado, como si, igual que ella, no hubiese comido o dormido apenas desde su partida. Se mordió el labio.

–Al principio me negué a creer lo que Diana me contó. Le dije que eras un hombre honorable, y lo dije porque estaba convencida de ello – añadió cuando él la miró con tristeza–. Confiaba en tí, y eso para mí fue un paso muy grande que pensaba que no daría jamás. Cuando te ví con esa mujer y con el chico me quedé destrozada –nuevas lágrimas afloraron a sus ojos, pero se obligó a continuar. Pedro merecía saber la verdad–. Me sentí como cuando me enteré de que Javier…

Los celos corroyeron las entrañas de Pedro.

–Comprendo cuánto lo amabas –la interrumpió–, y que aún lo ames. Imagino lo duro que debió ser para tí cuando te dijeron que había muerto.

–Lo fue –respondió ella lentamente–, pero fue aún peor porque solo unas horas antes había descubierto que me había sido infiel durante el tiempo que habíamos estado casados.

Pedro dió un respingo.

–¿Lo supiste por alguien?

–Por su amante –Paula dejó escapar una risa amarga–. Karen era una de la larga lista de mujeres con las que me era infiel, pero también era mi amiga, lo que hizo que fuera aún peor. Me dijo que me lo contaba por lealtad hacia mí. También me dijo que Javier estaba planeando abandonarnos a mí y a nuestra hija, que aún no había nacido, para irse a vivir con ella. Según parece le había dicho que ella era la única mujer a la que podría amar, pero me dijo lo mismo a mí cuando me pidió que nos casáramos.

–Creía que había sido el matrimonio perfecto –murmuró él.

Paula volvió a reír con amargura.

–Yo también. El descubrir que me había sido infiel hizo añicos la fantasía que había estado viviendo de que éramos felices, pero nunca tuve la oportunidad de preguntarle por qué me había traicionado. Ahora pienso que no me quiso nunca; solo se amaba a sí mismo. Después de su muerte me di cuenta de que probablemente yo, ingenua como era, tampoco me había enamorado de él, sino de la idea del amor en sí. Era guapo, y encantador, y me sentía tan halagada de que me hubiera escogido como esposa que pasaba por alto todos sus defectos.

–¡Dio! –exclamó Pedro, entre enfadado e incrédulo–. ¡Y todo este tiempo yo creyendo que no podías olvidarlo! Y tú dejaste que lo creyera –añadió en un tono acusador–. ¿Por qué, Paula? –quiso saber–. ¿Fue para apartarme de tí?

Paula no sabía hacia dónde iba aquella conversación, pero después de haberlo juzgado tan injustamente se merecía que fuera sincera con él.

–Los padres de Javier se quedaron destrozados cuando murió. Estaban orgullosos de él, y no podía hacerles más daño. Le enseñan a Valentina fotos de él, hablándole de lo valiente y lo bueno que era. Por ellos y por mi hija siempre mantendré esa mentira de que era el marido perfecto –bajó la vista al césped–. Además, me sentía más segura haciéndote creer que aún lo amaba –admitió en voz baja–. Eras un playboy, y estaba decidida a mantenerme apartada de tí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario