miércoles, 10 de julio de 2019

Indomable: Capítulo 38

–No –respondió ella con firmeza. No iba a considerarlo siquiera–. Además el casero ya la ha vendido. Un día tendré los ahorros suficientes para tener una casa en propiedad, pero quiero ganarme ese dinero, no que me lo regalen. No quiero sentirme en deuda con nadie –vaciló un instante antes de añadir–: Y tampoco quiero tener nada contigo. Así que si creías que podías comprarme para que…

–¡Madre de Dio! –masculló Pedro furioso–. Me estás insultando, Paula: nunca he pagado por estar con una mujer –dijo mirándola con altivez. Apretó la mandíbula, y añadió–: No negaré que te deseo, pero cuando vengas a mi cama, será por tu propia voluntad.

Su arrogancia enfureció a Paula, pero se enfadó aún más consigo misma por la ola de excitación que la invadió al oír esas palabras.

–Eso no va a pasar.

–¿Porque sigues enamorada de tu marido? –inquirió él.

«¿Qué diablos te pasa, Pedro?», se preguntó, profundamente irritado. El mundo estaba lleno de mujeres atractivas que estarían encantadas de compartir su cama. ¿Por qué se estaba obsesionando con aquella mujer obstinada y peleona que lo desafiaba constantemente?

Paula se mordió el labio.

–Mi difunto marido es la razón por la que me niego a tener nada contigo, ni con otro hombre –respondió vagamente en un tono quedo.

–¿Crees que hubiera querido que te condenaras a estar sola el resto de tu vida?

–Tengo que pensar en Valentina. No quiero que entre un hombre en su vida, que se ilusione, y luego se lleve una decepción cuando nuestra relación se termine. ¿Es eso lo que sugieres?

–Por supuesto que no.

De pronto se abrió la puerta del salón y apareció Valentina.

–Nonna y yo queremos saber cuándo nos vamos a Italia –le preguntó a Pedro.

–Mañana –Pedro ignoró el gemido de indignación de Paula y sonrió a la pequeña.

Los grandes ojos grises de la niña, tan parecidos a los de su madre, lo miraron preocupados.

–¿Y Tom puede ir también?

–No, a los gatos no les gusta viajar en avión; se va a quedar en la granja de los Yaxley.

Cuando Valentina corrió a repetir su respuesta a Sara, Paula miró furibunda a Pedro.

–No podemos salir mañana. Tengo que hacer un montón de cosas; preparativos que…

–Lo único que tienes que hacer es meter en una maleta lo que vayan necesitar Valentina y tú. Haz una lista con esas cosas que necesitas dejar solucionadas antes de irte y mi secretaria se encargará de todo. Deja de buscar dificultades que no existen –le dijo Pedro–. Como la calefacción no funciona voy a llevar a mi abuela a pasar la noche en el hotel Royal Oak, pero no podemos quedarnos más tiempo; tengo asuntos urgentes de los que ocuparme en Italia.

–Pero… –comenzó ella de nuevo.

Sin embargo, Pedro entró en el salón, dejándola con la palabra en la boca. ¡Qué hombre tan irritante! Solo eran tres meses, se recordó. «Sí, tres meses viviendo bajo el mismo techo que él y viéndolo todos los días», añadió una vocecilla cruel en su mente. Solo podía rezar por que sobreviviera a esos tres meses sin acabar con el corazón hecho pedazos.

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