viernes, 12 de julio de 2019

Indomable: Capítulo 45

–Eres mi hermano y me gusta poder verte y charlar contigo –le dijo Pedro suavemente–. Nuestro padre no hizo bien en darles la espalda a tu madre y a tí, y creo que es mi deber ayudar a tu madre hasta que seas mayor de edad. Pero por encima de todo quiero que seamos amigos, Diego –vaciló un instante, recordando la conversación que había tenido recientemente con su madre, Sandra Salveson–. Tu madre me dijo que está pensando en volver a Suecia, y por supuesto te llevaría con ella, pero solo a menos que decidas que no quieres saber nada de tu abuelo y de mí. Eres tú quien debes decidir si quieres o no ser un Alfonso.

Por primera vez vió un brillo de curiosidad en los ojos recelosos del chico.

–¿Mi abuelo sabe algo de mí?

–No, todavía no. Alfredo es un hombre anciano y no ha estado muy bien de salud últimamente. No quería decirle que tiene otro nieto hasta que tú estés seguro de que quieres conocerlo. Se llevaría un gran disgusto si al final decides que no quieres conocerlo.

Desearía poder hablarle a su abuelo de Diego. Estaba más fuerte que hacía unos meses, tras la operación de corazón a la que se había sometido, pero los médicos le habían aconsejado que no debía recibir ninguna noticia que lo alterase, y por eso el decirle que tenía un nieto ilegítimo era absolutamente impensable hasta que no estuviese repuesto. Pero sobre todo necesitaba que Diego lo tuviera claro antes de hacer nada. El labio inferior de Diego tembló; la coraza estaba resquebrajándose.

–No sé qué hacer –balbució con las lágrimas colgando de sus pestañas. De pronto la rebeldía se había esfumado, dando paso a un chiquillo confundido–. Mi padre está muerto y ni siquiera llegué a conocerlo –dijo sollozando–. No quiero que le hables de mí todavía al abuelo, pero a lo mejor algún día quiero conocerlo.

Una lágrima rodó por su mejilla. Pedro, a quien se le había hecho un nudo en la garganta, tragó saliva. La ira que sentía hacia su padre por lo irresponsable que había sido, se tornó en compasión hacia aquel pequeño que apenas había tenido tiempo de conocer a su padre antes de perderlo. No le sorprendía que Diego fuera tan desconfiado.

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