miércoles, 3 de julio de 2019

Indomable: Capítulo 29

Era todo culpa de Pedro, que hacía que tuviera los nervios a flor de piel, se dijo. Desde el momento en que lo había dejado entrar había sido consciente de la tensión sexual que había entre ellos, y en ese momento, atrapados como estaban el uno frente al otro en el umbral de la puerta, se sentía como si un río de lava corriera por sus venas. Sus ojos se vieron atraídos, contra su voluntad, hacia el rostro de Pedro, y su corazón palpitó violentamente cuando vió que estaba mirándola con la fiereza de un depredador. El tiempo pareció detenerse. El aire entre ellos daba la impresión de estar cargado de electricidad estática.

Pedro inclinó lentamente la cabeza. Iba a besarla. Paula sabía que debería apartarse, romper el embrujo que había arrojado sobre ella, pero era demasiado tarde. Notó el cálido aliento de él en sus labios, y los abrió involuntariamente cuando su boca tomó posesión de la de ella. Pedro deslizó una mano por detrás de su nuca para hacer el beso más profundo, pero sin abrumarla, y ella sintió que se relajaba y comenzó a responderle. Era como estar ahogándose en un mar de sensaciones. Todo lo que los rodeaba había desaparecido y ya no había nada excepto el fuerte cuerpo de Pedro apretado contra el suyo. Podía incluso sentir los músculos de sus muslos a través de la fina tela de la falda. La mano que él tenía en su nuca se enredó en sus cabellos, e incrementó sutilmente la presión de sus labios sobre los de ella, llevando el beso a otro nivel claramente erótico.

Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo Paula le rodeó el cuello con los brazos, y un temblor la recorrió de arriba abajo cuando él le pasó un brazo por la cintura y la atrajo aún más hacia sí. Ahora podía sentir los latidos del corazón de Pedro… y algo mucho más excitante: su miembro en erección. La lengua de Pedro se había aventurado hasta ese momento con delicadeza entre sus labios, pero en ese momento inició una exploración muy atrevida que la hizo estremecer. Nada la había preparado para el placer salvaje y casi primitivo que evocaba en ella la sensualidad de aquel beso, y le respondió afanosa, enfebrecida, mientras los muros protectores que había levantado en torno a sí se derrumbaban.

Arriba se oyó toser a Valentina, y Paula separó de inmediato sus labios de los de Pedro. Su pecho subía y bajaba agitado mientras se esforzaba por llenar sus pulmones con el oxígeno que necesitaba. ¡Por amor de Dios! ¿Y si su hija hubiese salido de la cama y la hubiese encontrado allí, besando a aquel hombre que prácticamente era un extraño? ¿Y si la niña no hubiese tosido y hubiese continuado besándolo con ese abandono que la había abrumado hacía solo unos segundos?

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