miércoles, 4 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 7

Tras lanzarle una fugaz mirada, notó que Pedro se había quitado la corbata y se había desabrochado los botones superiores de la camisa. Olió el perfume de la loción para después del afeitado y, desgraciadamente, no pudo evitar que el corazón le latiera con más fuerza.

–La señorita Benson se ha marchado y no volverá jamás –le informó él en tono seco–. Y ahora, ¿Se puede saber a qué demonios se ha debido tu reacción?

Lo sensato era pedirle disculpas por meter las narices donde no la llamaban, pero Paula no hizo eso. La llamada telefónica de su madre había evocado recuerdos del día que Javier canceló su boda. Todavía se acordaba de la angustia que la poseyó cuando él admitió que llevaba meses acostándose con Nadia. ¿Era demasiado pedir a un hombre que fuera honesto y sincero en su relación con una mujer?

–No voy a disculparme por compadecerme de tu novia –declaró ella con voz tensa–. Sé que para tí no tienen importancia los sentimientos de las mujeres con las que mantienes relaciones. Pero considero indigno de tí que engañaras a la señorita Benson haciéndola creer que ibas en serio con ella.

Pedro lanzó una maldición.

–Yo no la he engañado. Desde el principio, le dejé muy claro, como hago siempre, que no me interesaba una relación prolongada. No sé qué te ha contado Brenda; pero si te ha dicho que yo me había comprometido en serio con ella, ha mentido descaradamente.

Paula no sabía por qué, pero estaba segura de que Pedro decía la verdad; además, por lo que le conocía, sabía que no era un mentiroso. Apartó los ojos de él y comenzó a ojear las recetas que había encima del mostrador de la cocina.

–Entiendo. En fin, la verdad es que eso no tiene nada que ver conmigo. No debería haber dicho nada –murmuró ella.

–Eso es verdad, no deberías haberlo hecho. Yo te pago para que cocines, no para que sueltes sermones sobre moralidad. Además, ¿Por qué demonios te tiene a tí que importar con quién me acuesto?

–No me importa. No tengo ningún interés respecto a tus actividades en la cama.

–¿No? –preguntó Pedro con mirada especulativa.

Pedro sintió la tensión de ella, lo que despertó su curiosidad. Sabía muy poco respecto a Paula. Ella le había contado algunas cosas, como que se había criado en una granja en Gales y que se había preparado para ser cocinera en un hotel en un pueblo de nombre imposible de pronunciar. Pero nada sobre su vida privada. No parecía tener novio y, sin embargo, ¿Cómo era que una mujer joven y atractiva estuviera soltera?

–¿No estarás celosa? –sugirió él con intención de irritarla.

Pero la reacción de ella le sorprendió.

–¡Claro que no estoy celosa! –le espetó Paula–. Qué idea más ridícula. De una relación quiero algo más que ser el juguete de turno de un hombre rico.

–Mis juguetes no suelen quejarse –comentó Pedro, consciente de que lo que quería era enfadarla.

–No quiero saber nada más sobre tu vida íntima –declaró Paula recogiendo los papeles con las recetas mientras rezaba porque Pedro no notara que le temblaban las manos.

–En ese caso, te sugiero que no vuelvas a meterte en mi vida privada ni a juzgar mi comportamiento.

Pedro clavó los ojos en los tensos hombros de ella y, de repente, sintió deseo de deshacerle la coleta, quitarle las horquillas y soltarle el pelo. Suspiró. Su enfado se había disipado.

–Voy a olvidar lo que ha pasado aquí esta tarde, pero doy por contado que no volverás a meterte en mis asuntos privados. Y ahora... ¿Has preparado cena para dos?

Paula sintió un gran alivio al comprobar que Pedro no iba a despedirla.

–Sí, pero se puede congelar lo que no vayas a comer.

–Tengo una idea mejor. Cena conmigo –la mirada de él le indicó que era mejor no oponerse–. Es una oportunidad para que nos conozcamos mejor. Y si tienes algún problema, para que me lo digas.

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