lunes, 30 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 56

–Te has quedado muy callada –comentó Pedro–. ¿Te pasa algo?

–Estoy preocupada por mi abuela –respondió ella, no con absoluta sinceridad.

El día anterior había llamado a casa de sus padres y su madre le había dicho que la abuela se había caído. Afortunadamente no se había hecho mucho daño, pero su debilidad iba en aumento.

–Cuando nos vayamos de Italia a finales de la semana tengo intención de ir directamente a Gales a ver a mi abuela.

–Lo arreglaré para que el avión te lleve allí tan pronto como estemos en Inglaterra. Supongo que querrás pasar unos días con tu familia. Después de eso... ¿Por qué no vuelves a Londres?

Paula deseó poder leerle el pensamiento. ¿Estaba pidiéndole que siguiera trabajando para él o el motivo de la invitación era otro? Si lo que quería era que continuaran su relación, debía negarse. Como mucho, Pedro solo querría pasar con ella unos meses más. Y ella acabaría con el corazón destrozado.

–Acordamos que iba a marcharme al cabo de un mes y no ha cambiado nada.

–Claro que sí –respondió él, imperturbable–. Estamos bien juntos, mia bella. ¿Por qué renunciar a ello?

Porque, para Pedro, se trataba de sexo. Mientras que, para ella... Paula tragó saliva cuando él le agarró una mano, se la llevó a la boca y se la acarició con los labios.

–Volvamos al hotel. Deja que te demuestre lo que podemos llegar a disfrutar –murmuró con voz ronca.

Paula vió que no tenía sentido continuar la discusión. Y, de la mano, recorrieron las estrechas calles de Florencia de camino al hotel.

La tormenta amenazaba con estallar dos días después de marcharse de Florencia y volver a Casa di Colombe. Negras nubes se arremolinaban sobre las distantes colinas y el ambiente estaba cargado de electricidad. La tensión en el aire parecía hacerse eco del estado de ánimo de Pedro, pensó Paula mientras colgaba ropa recién lavada en la cuerda con la esperanza de que se secara antes de que empezara a llover. Desde su regreso, cuando ella mencionó que Ludmila le había dicho que él había vivido en Nueva York, el comportamiento de Pedro había cambiado. Sabía que no debería haber insistido, pero no había podido evitar preguntarle sobre Lara.

–Fue alguien a quien conocí en los Estados Unidos –fue lo que Pedro le había contestado–. No comprendo por qué Ludmila ha tenido que sacar a relucir el pasado.

–¿Era tu novia? –le había preguntado ella.

–¿Qué importancia tiene lo que era par mí? Ya te he dicho que eso ocurrió hace muchos años.

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