miércoles, 11 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 21

El chofer estaba esperándoles afuera con la puerta del Bentley abierta. Pedro entró primero y le tendió una mano a ella para ayudarla a subirse al vehículo. Sin duda, las sofisticadas amantes de Pedro eran expertas en subir a elegantes coches, pero a ella los tacones se le engancharon en la falda del vestido, se tropezó y, prácticamente, acabó encima de él.

–Eh, cuidado –dijo Pedro con una suave carcajada, como si pensara que ella, anhelando estar en sus brazos, se hubiera tropezado intencionadamente.

Avergonzada, Paula trató de apartarse, pero Pedro tiró de ella y se apoderó de su boca con un beso que la dejó temblando. Al soltarla, a ella le pareció estar viviendo en un mundo irreal. Desde que le conocía, estaba obsesionada con Pedro, ahora casi no podía creer estar en sus brazos, y ahora él estaba depositando múltiples y diminutos besos en su garganta. Con frecuencia había imaginado momentos así y se había entregado a eróticas fantasías en las que él le acariciaba todo el cuerpo con las manos. Pero ahora estaba descubriendo que la realidad superaba a la fantasía. Y lanzó un quedo gemido cuando él bajó el rostro a sus pechos.

–Me tienes loco –murmuró él con voz grave, haciéndola temblar de excitación–. Eras la mujer más hermosa de la fiesta y todos los hombres tenían los ojos fijos en tí.

Paula sabía que eso no era verdad y estaba a punto de decírselo, pero se distrajo porque Pedro acababa de bajarle un tirante del vestido y le había descubierto uno de los pechos. El gemido gutural de él la hizo sentir un profundo calor en la entrepierna. Su deseo era evidente y el brillo de sus ojos le decía que tenía la intención de hacerle el amor. El corazón pareció querer salírsele del pecho. Sabía que el chófer no podía verles a través del cristal de separación, pero se sintió vulnerable con el pecho desnudo. Contuvo la respiración cuando Pedro se lo cubrió con una mano y comenzó a acariciarle el pezón con la yema del pulgar. Paula nunca había deseado así a un hombre, nunca había sentido esa pasión...

–Ya estamos en casa –le dijo Pedro en voz baja.

Pedro encontraba el deseo de ella sumamente excitante. Paula era una mujer increíblemente sensual. Si no salían del coche rápidamente corría seriamente el riesgo de ponerse en evidencia. Paula subió los escalones de la entrada de la casa detrás de pedro, el corazón le latía con una fuerza desmesurada. El frescor de la noche le había devuelto, en parte, el sentido común y comenzaba a cuestionarse lo que estaba haciendo. Nunca se había acostado así porque sí y solo había hecho el amor con Javier. Tenía veintiocho años y llevaba dos años sin sexo.

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