miércoles, 4 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 10

–Sí, algún día me gustaría casarme y tener hijos –admitió Paula, sin añadir que el deseo de tener un hijo era casi como un dolor físico a veces–. Sin embargo, de momento estoy centrándome en mi trabajo.

–¿Por qué te hiciste cocinera?

–Supongo que es porque cocinar ha sido siempre parte de mi vida; y cuando dejé el colegio, estudiar para hacerme cocinera profesional me pareció lo natural. Fue mi abuela quien me enseñó a cocinar. Ya hacía pan y bollos a los siete u ocho años, y ayudaba a mi madre en la cocina –explicó Paula–. Lo que venía bien, ya que tengo siete hermanos; de ellos, seis son mayores que yo, Gonzalo es el pequeño. Los chicos ayudaban a mi padre en las tareas de la granja, todos jugaban al rugby y comían mucho. Mi madre dice que, cuando venían de las faenas del campo, era como dar de comer a un ejército. Creo que se llevó una enorme alegría al tener una hija. Desde pequeña la ayudaba en las tareas de la casa.

–Yo no tengo hermanos, así que me resulta difícil imaginar lo que es criarse en el seno de una familia numerosa. ¿No te sentaba mal dedicarte a las labores domésticas en vez de trabajar en el campo como tus hermanos?

Paula se echó a reír.

–Mi familia es muy tradicional, pero a mí eso nunca me ha importado. Estamos todos muy unidos, a pesar de que ahora los mayores están casados y con hijos. Mi madre tenía demasiadas cosas que hacer siempre, por lo que no tenía tiempo para enseñarme a cocinar, pero a mi abuela le encantaba enseñarme a preparar recetas antiguas tradicionales y otras inventadas por ella. Mi abuela Gladys ya tiene noventa y pico años, pero de joven trabajaba de cocinera en la casa de un general del ejército, y llegó a viajar con él y su familia a India y al Oriente Próximo. Su estilo de cocinar, aunque basado en la comida tradicional galesa, estaba influenciado por el tiempo que pasó en el extranjero.

Paula vaciló, preguntándose si no estaría aburriendo a Pedro.  Aunque llevaba dos meses trabajando en casa de él, nunca habían mantenido una conversación sobre temas personales y era consciente de que los detalles de su vida no eran nada extraordinario. Pero al levantar los ojos y mirarle, le sorprendió observándola con expresión de interés.

–Lo cierto es que estoy preparando un libro de cocina que es una recopilación de las recetas de mi abuela. Estoy cambiando algunos ingredientes, modernizándolas un poco; por ejemplo, sustituyendo la nata por nata desgrasada y cosas por el estilo. Una editorial parece interesada y sé que a mi abuela le encantaría ver sus recetas en un libro. Pero la pobre está bastante delicada y necesito darme prisa en terminar el libro.

La mirada de Paula se endulzó al pensar en la diminuta anciana que recientemente había tenido que salir de su casa para irse a vivir con sus padres de ella.

–Pareces muy apegada a tu abuela.

–Sí, lo estoy. Mi abuela es una persona maravillosa.

A Pedro le hipnotizó la tierna sonrisa de Paula y no comprendió por qué no se había dado cuenta hasta entonces de lo bonita que era. Quizá se debiera a la ropa y al pelo, que siempre llevaba recogido en una coleta en lo alto de la cabeza. Sin embargo, no era del todo verdad que no se hubiera fijado en ella antes. Siempre que Paula entraba en la habitación que estaba él, era consciente de respirar su perfume; y, a veces, cuando ella se inclinaba para servirle la comida, le invadía el deseo. Los ojos color violeta de ella eran preciosos, con oscuras y largas pestañas.

1 comentario: