viernes, 13 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 28

Pero no se atrevía a correr semejante riesgo. Al verle aquella mañana, irresistible con la barba incipiente y el pelo revuelto, se había dado cuenta de que por mucho que lo deseara, nunca podría separar lo físico de lo emocional con él. Con toda seguridad iba a sufrir, y no quería que volviera a pasarle lo mismo que en el pasado. Era mejor poner punto final a aquello, antes de cometer la estupidez de enamorarse perdidamente de Pedro.

–Pedro... Yo... –el corazón le palpitó con fuerza cuando él deslizó las manos por debajo de la camisa y contuvo la respiración al sentir las caricias en el estómago y a ambos lados de los pechos.

–Toma, para tí –Paula agarró un sobre que había encima del mostrador de la cocina y se lo dió.

Pedro frunció el ceño. Paula no se estaba comportando como él había supuesto. Podía comprender que sintiera algo de vergüenza, pero estaba absolutamente seguro de que Paula había disfrutado tanto como él la noche anterior. Miró el sobre con su nombre en él.

–¿Qué es esto?

–Es... mi dimisión.

Él abrió el sobre sin decir nada, sacó un papel y leyó las dos líneas que ella había escrito. Pero sus ojos grises no podían ocultar el enfado que sentía.

–Creo que lo mejor será que me vaya inmediatamente –murmuró Paula.

Paula no se atrevía a pasar una noche más bajo el techo de Pedro porque, si él le pedía que se acostara en su cama, no estaba segura de poder rechazarle. El único problema era que no tenía adonde ir. Antes de que Pedro entrara en la cocina, había estado buscando pisos para alquilar en Internet. Afortunadamente, tenía algunos ahorros, suficientes para el depósito de un alquiler, pero tendría que encontrar trabajo a toda prisa.

–¿Por qué? –preguntó Pedro sin ocultar su furia–. ¿Por qué quieres marcharte?

–Anoche fue estupendo –contestó ella con voz tensa–. Pero fue eso, una noche. Ha llegado el momento de que me busque otra cosa.

Pedro se la quedó mirando sin dar crédito a lo que oía. Era verdad que sus aventuras amorosas solo duraban una noche, pero era porque así lo quería él. Estaba acostumbrado a decidir, no le gustaba sentirse... indefenso. Y no quería perderla... No, no era eso, no era que quisiera una relación en serio. Lo que quería era explorar la salvaje pasión de la noche anterior, eso era. No quería dejarla todavía.

–No entiendo por qué no quieres seguir trabajando aquí –dijo él con sequedad–. ¿Por qué no podemos seguir como hasta ahora?

Pero Pedro se dió cuenta de lo absurdo de sus palabras tan pronto como las pronunció. Ya no podía considerar a Paula una empleada más teniendo en cuenta que la había visto gloriosamente desnuda.

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