viernes, 13 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 30

Paula lo miró con perplejidad.

–Bueno, sí, eso es verdad. Pero dadas las circunstancias...

–Yo no tengo ningún problema con las circunstancias –declaró él fríamente–. Me va a resultar imposible encontrar cocinero en unos días, así que exijo que respetes los términos del contrato y trabajes el mes; de lo contrario, te denunciaré por incumplimiento de contrato. Y no solo eso, también me negaré a darte buenas referencias.

Pedro hizo una pausa para dejar que Paula asimilara sus palabras antes de lanzar el último ataque.

–Y si decides marcharte ya a pesar de todo, le diré a Fernando Clavier que no eres de fiar y le aconsejaré que se lo piense muy bien antes de contratarte.

A Paula le dieron ganas de vomitar. Suponía que entraba dentro de lo posible que Pedro la denunciara por incumplimiento de contrato. Pero era mucho peor la facilidad con que él podía arruinar su carrera. Él era una persona influyente y, si hacía correr la voz entre sus poderosos amigos, Fernando Clavier entre ellos, de que ella no era digna de confianza, nadie le daría trabajo. Lo último que quería el dueño de un restaurante era una cocinera irresponsable.

–Creía que te ibas a alegrar de que me fuera sin montar un escándalo –dijo ella.

–¿Por qué iba a querer que te marcharas siendo tan buena cocinera y tan excitante como amante?

La arrogancia de Pedro la indignó.

–Si insistes en que trabaje un mes más, te aseguro que será lo único que haga. No voy a volver a acostarme contigo y, sinceramente, pienso que ha sido una equivocación. Debió ser el alcohol del ponche de frutas.

–De creerte, sería un golpe bajo para mi ego –comentó Pedro en tono ligero–. Pero no estabas borracha, sabías perfectamente lo que hacías. Más aún, quieres volver a hacerlo.

–¡De eso nada! –furiosa, Paula trató de apartarse de él. Pero, desgraciadamente, sintió una oleada de excitación cuando Pedro le rodeó la cintura con los brazos–. Pedro, suéltame... hablo en serio...

Pedro la silenció cubriéndole la boca con la suya, besándola hasta hacerla gemir. Al notar que capitulaba, le puso una mano en las nalgas y tiró de ella hacia sí hasta que la pelvis de Paula entró en contacto con su erecto miembro. Con la otra mano, le deshizo el moño y dejó que el bonito cabello castaño le cayera por los hombros. Aunque ella se maldijo a sí misma por su debilidad, no pudo resistirse a él. Sin defensas contra aquel asalto sensual, abrió los labios para dejar que Pedro le penetrara la boca con la lengua. Se entregó a él. La noche anterior, le había regalado una experiencia sexual inolvidable, le había hecho descubrir su propia naturaleza apasionada. Le pesaban los pechos y quería que él se los tocara, y el húmedo fuego de la entrepierna era el resultado del deseo sexual que le corría por las venas.

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