lunes, 9 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 18

Paula se quedó boquiabierta.

–Qué tontería. Hablas como si yo fuera una especie de sirena y los hombres me encontraran irresistible. Y eso es una ridiculez.

–¿Por qué? –la voz de Pedro se tornó más grave y sensual, y ella tembló de pies a cabeza–. Yo te encuentro absolutamente irresistible, mia bella.

Era evidente que Pedro se estaba riendo de ella.

–Sí, claro, no faltaría más –dijo Paula en tono burlón–. Por eso es por lo que ni siquiera me has mirado al salir de casa. Si me encontraras irresistible habrías...

–Me habría quedado sin habla –dijo él con voz suave–. Y eso es justamente lo que me pasó al verte entrar en el cuarto de estar. Estás preciosa con ese vestido. No tenía ni idea de que tuvieras estas curvas. Y el pelo... –Pedro alzó una mano y le acarició las ondas que le caían por la espalda–. Tu pelo es como la seda.

Pedro no podía controlar su deseo. Su erección era dolorosa y tuvo que cambiar de postura. Oyó a Paula respirar hondo cuando su miembro le rozó el muslo.

–¡No hagas eso! –jadeó ella, sorprendida de que él no estuviera bromeando. Por increíble que pareciera, Pedro la encontraba atractiva.

–No puedo remediarlo –comentó él con ironía–. A veces, el deseo sexual se manifiesta en los lugares y en los momentos más inconvenientes.

–Pero... tú no me deseas.

–No niegues la evidencia, cara –Pedro la miró a los ojos y vió en los de ella confusión–. ¿Por qué crees que no puedo desearte? Eres una mujer increíblemente atractiva.

¡Cielos! ¿Pedro flirteando con ella? Tragó saliva e intentó controlar la excitación que se apoderó de ella.

–No deberías decir esas cosas –murmuró Paula–. Yo soy tu empleada, no está bien.

La ronca risa de él le erizó la piel.

–Sé sincera, Paula, y atrévete a decirme que tú no me deseas también.

A Paula le daba vueltas la cabeza. En los brazos de Pedro, con el cuerpo pegado al de él y poseída por la pasión, había perdido el sentido de la realidad. Pero, sin saber cómo, logró no perder del todo la razón.

–Claro que no –respondió ella con voz tensa.

–Vamos, Paula, sé sincera –Pedro bajó la cabeza y le susurró al oído–. He visto el deseo en tus ojos al mirarme.

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