lunes, 23 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 49

–¡Eso es fantástico! ¿Para cuándo?

–Para dentro de unos cinco meses. Estoy encantada. El problema es que tengo náuseas constantemente y el olor de ciertos alimentos me revuelve el estómago; sobre todo, el olor de la cebolla.

Ludmila lanzó una mirada de disculpas a Paula y, ésta; de repente, lanzó un grito.

–¡Eh! ¿Qué te ha pasado en la mano?

–Me he descuidado y me he cortado –respondió Paula.

Paula se lió una servilleta de papel alrededor de la herida. Se mordió los labios cuando Pedro se le acercó y le tomó la mano para examinársela.

–Me parece que te van a tener que dar unos puntos –declaró él con voz llena de preocupación.

–No es nada –insistió Paula–. Si no te importa, ponme una gasa y ya está.

Paula consiguió sonreír a Ludmila y le dijo:

–Felicidades. Debes estar encantada. Y, cuando te den las náuseas, tómate una pasta o una galleta, ya verás como te asienta el estómago.

Pedro no consintió que Paula preparara la cena e insistió en que tenía que esperar a que cicatrizara la herida. Y la llevó a un pequeño y encantador restaurante cerca de Montalcino en el que cenaron una brocheta de verduras asadas seguida del mejor risotto que ella había tomado en su vida. Después dieron un paseo por el amurallado pueblo medieval.

–Es un sitio tan pintoresco... –comentó Paula mientras se dirigían de vuelta a donde Pedro había dejado estacionado el coche–. Y, al estar tan alto, tiene unas vistas espectaculares.

–Las vistas son mucho mejor de día.

Pedro la miró, aliviado de que pareciera más relajada que por la mañana. Bajó los ojos, los clavó en la herida de la mano de ella y apretó la mandíbula. No sabía qué le había pasado a Paula, cuando Ludmila les dijo que estaba embarazada. Y eso le hizo recordar el incidente en el bautizo del hijo de Diego y Carla. De repente, tuvo la seguridad de que ella le estaba ocultando algo de su pasado. Eran amantes, pero cuando el mes llegara a su fin se marcharían de la Toscana y cada uno se iría por su lado. Y eso era lo que él quería, se aseguró a sí mismo. No le interesaban las relaciones prolongadas y algo le decía que debía acabar la relación con ella. En ese caso, ¿Por qué no quería ni pensar en que ella se marchara de vuelta a Inglaterra?

De vuelta en la casa, Pedro atendió un mensaje que le habían dejado en el contestador, de su despacho en Londres.

–Tengo que comprobar una información y enviar un par de correos electrónicos –le dijo a Paula–. Vete a la cama, me reuniré contigo lo antes posible.

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