miércoles, 4 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 8

Qué diría Pedro si ella le respondiera que su problema era cuando le veía entrar en la cocina por la mañana vestido únicamente con una bata negra? Los días de diario él siempre aparecía impecablemente vestido, bebía un café y tomaba una tostada rápidamente mientras ojeaba algún papel que otro. Pero los fines de semana le gustaba desayunar tranquilamente y leer los periódicos durante una hora. La primera vez que Paula se vió delante de un Pedro medio desnudo con el pelo mojado de la ducha y la mandíbula ensombrecida por la barba incipiente temió desmayarse. Incluso ahora, el recuerdo de las largas y morenas piernas y el vello del pecho hacía que se le acelerara el pulso. No se atrevió a mirarlo y, rápidamente, se dirigió hacia el horno y lo abrió.

–Ve al comedor, llevaré la cena enseguida.

Unos minutos después, Paula entró en el comedor empujando el carrito con la comida. Al ver la expresión de enfado de Pedro, se detuvo. Él miró la mesa, con velas y rosas que ella había cortado de los rosales del jardín.

–¿Por qué demonios se te ocurrió hacer de celestina? –Pedro entrecerró los ojos–.  ¿Fue idea de Brenda? ¿Te pidió ella que le dieras un toque romántico a cena?

–No, fue idea mía. Me pareció que... –Paula se interrumpió.

Era imposible explicar por qué había albergado la esperanza de que la relación entre Pedro y Brenda fuera una relación seria. De tener Pedro novia formal, ella tendría que reconocer que su atracción por él era algo ridículo, lo que la habría ayudado a dejar de soñar con él. Paula apartó los ojos del atractivo rostro de él, maldiciéndose a sí misma por el deseo que no podía contener.

–Retiraré las flores –murmuró ella al tiempo que ponía la comida de Pedro en la mesa.

–Déjalo, da igual. Siéntate y come antes de que se enfríe –dijo Pedro con voz dura después de que ella se inclinara para agarrar el jarrón con las rosas–. Y... ¿No podrías quitarte el delantal para cenar?

–Perdón –respondió Paula con voz tan dura como la de él al tiempo que llevaba las manos a la espalda para desatarse el delantal, que dejó en la silla contigua a la que ocupó.

Pedro se recostó en el asiento y se quedó mirando a Paula, que no había dejado de sorprenderle en todo el día: primero, el incidente con Joaquín, el hijo de Diego Portman; después, el extraño comportamiento de Paula con su ex- amante. Y ahora, por primera vez desde que la conocía, se había quitado la chaqueta de cocinera y llevaba una camiseta blanca que dejaba ver el moldeado de sus pechos. Y la curvilínea figura de Paula resultó ser una agradable sorpresa.

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