viernes, 6 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 12

–Ah, eso explica muchas cosas.

–¿Qué es lo que explica? –preguntó Paula irritada al notar la expresión de Pedro, que parecía sumamente satisfecho consigo mismo.

–Para empezar, que te entrometieras en el asunto con Brenda. Tu novio te dejó, supongo que te fue infiel, y ahora crees que todos los hombres, yo incluido, somos tan poco de fiar como él.

–De tí una no se puede fiar, desde luego –Paula no sabía cómo habían iniciado esa conversación ni adónde conducía, pero reconocía la veracidad de las palabras de Pedro. La traición de Javier la había hecho dudar de su capacidad para juzgar a la gente–. Es más, eres cien veces peor que Javier –añadió apasionadamente–. Nunca pasas más de cinco minutos con una mujer.

–Cierto, pero yo no engaño ni soy infiel a nadie –contestó Pedro– . Como regla, nunca salgo con más de una mujer al mismo tiempo, y siempre corto una relación antes de empezar otra. Desde el principio de las relaciones, dejo claro que no quiero nada serio ni duradero. No negarás que eso es mucho mejor que engañar a una mujer con falsas esperanzas.

–En otras palabras, eres el no va más de la virtud en lo que a las relaciones se refiere –comentó ella irónicamente.

–En mi opinión, sí –respondió Pedro completamente en serio–. Desde luego, nada más lejos de mi intención que hacer daño a nadie.

Paula apartó el plato de comida que apenas había probado. Quizá Pedro tuviera razón. Quizá fuera mejor tener relaciones con alguien que no quería comprometerse a tenerlas con un hombre que, en principio, sí quería, pero luego traicionaba la confianza depositada en él.

–Debiste romper hace ya tiempo y viniste a Londres –dijo Pedro, interrumpiendo los pensamientos de ella–. ¿Y ahora? ¿Sales con alguien?

–No –murmuró Paula.

Pedro se recostó en la silla y bebió un sorbo de vino.

–¿No te parece que ya llevas demasiado tiempo penando por ese tipo en Gales? Tienes que salir y divertirte. Y te sugiero que renueves un poco tu vestuario. No lo tomes a mal, pero con la ropa que llevas no vas a conseguir nunca atraer a un hombre.

Paula enfureció.

–La ropa que llevo no tiene nada de malo, es ropa seria y apropiada para el trabajo. ¿Preferirías que sirviera las cenas vestida de corista?

–Vaya, cómo no se me había ocurrido...

El brillo travieso de los ojos de Pedro la hizo enrojecer, y el ambiente se cargó de una inexplicable tensión. Perpleja, bajó la mirada. Pero cuando volvió a alzar los ojos y los clavó en el rostro de él, se preguntó si no habría sido su imaginación la que le había hecho pensar que la tensión entre ambos había sido sexual.

–En cualquier caso, salgo, no me paso el día encerrada en la casa –declaró Paula.

–No creo que vayas a encontrar novio yendo a clases de cerámica por las tardes –comentó él burlonamente.

–No recuerdo haber dicho que quiero echarme novio.

–¿Así que vas a permitir que una relación fallida te afecte durante el resto de la vida?

–No, pero...

–No puedes anclarte en el pasado, Paula. Tienes que seguir con tu vida.

Paula frunció el ceño.

–¿Lo dices por experiencia?

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