lunes, 30 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 58

De repente volvió a oír su móvil y corrió hacia la cocina para contestar la llamada. La tormenta había estallado y la lluvia golpeaba los cristales de la ventana con fuerza, casi ahogando el ruido de los truenos. Reconoció al instante el número que aparecía en la pantalla del móvil y, con aprensión, contestó:

–¿Qué pasa, mamá?

Diez minutos más tarde, Pedro se apartó de la ventana de la habitación de su abuela para mirar a Paula, que acababa de entrar.

–Ya te he dicho que voy a encargarme personalmente de las cosas de mi abuela –declaró él con dureza. Pero controló su impaciencia al ver la palidez del rostro de Paula–. ¿Qué pasa? ¿Sabes ya quién te ha llamado?

–Era mi madre. Han ingresado a mi abuela en el hospital – Paula trató de contener la emoción, pero no lo logró del todo–. Mi abuela... no parece que vaya a vivir mucho más. Tengo que volver a casa inmediatamente.

–Sí, claro.

Al instante, Pedro se sacó el móvil del bolsillo y llamó al piloto. En cierto modo, era un alivio distraerse con otra cosa en vez de pensar en el porqué de que su abuela hubiera conservado algunas cosas de Lucas. Miró a Paula y se le hizo un nudo en el estómago al ver cómo se mordía los labios para evitar derramar lágrimas. Durante un momento, sintió la tentación de estrecharla en sus brazos y ofrecerle consuelo. Pero una barrera parecía haberse erigido entre los dos. Cosa que no le extrañaba, teniendo en cuenta cómo le había hablado. Sintió no haberle dado explicaciones. Quizá, si le hablara de su pasado, ella comprendería por qué le resultaba tan difícil abrirse, revelar sus sentimientos. Pero ese no era el momento. Paula tenía sus propios problemas y, en ese momento, lo más importante era organizar el viaje de ella a Gales.

–El piloto tendrá el avión listo en una hora –le informó él–. Mete en una bolsa lo que tengas que llevarte que realmente necesites, yo me encargaré de recoger el resto y enviártelo.

–Gracias.

Paula parpadeó para contener las lágrimas. Ese era el fin. Cabía la posibilidad de que no volviera a ver a Pedro. Mejor así, se dijo a sí misma. Mejor que no supiera que se había enamorado de él. Al menos, mantendría intacto el orgullo. Pero al darse la vuelta para irse, sintió que parte de ella había muerto.

Su abuela Gladys murió una semana después del regreso de Paula. La editorial tenía el libro de recetas, pero ella había hecho copias de las fotos de Ludmila y las había llevado al hospital. Su abuela le había estrechado la mano y le había dicho en un susurro lo orgullosa que estaba de que el nombre de las dos fuera a aparecer en la cubierta del libro. Aquella fue la última conversación que tuvo con su abuela. Y a pesar del dolor por su muerte, estaba contenta de haberla hecho feliz en sus últimos momentos.

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