viernes, 20 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 44

–Me deseas, mia bella –murmuró Pedro al interrumpir el beso para que tanto él como ella pudieran respirar–. Y es evidente que yo te deseo.

Pedro le puso una mano en las nalgas, tiró de ella hacia sí y la hizo sentir su erección.

–¿Por qué no disfrutar esto durante el tiempo que queramos que dure?

«Esto» era sexo, ni más ni menos, pensó Paula. Conocía el peligro inherente a tener una aventura con Pedro. Descubrir que tras la imagen de playboy se escondía otro hombre, un hombre con emociones y sentimientos, la había dejado confusa. El sentido común le decía que se resistiera, pero el corazón se le estaba ablandando y el cuerpo le exigía satisfacción. Lanzó un quedo gemido de placer cuando la mano de él se cerró sobre uno de sus senos y comenzó a acariciarle el pezón por encima de la tela del vestido. ¿Quién temblaba, él o ella? No se dio cuenta de que Pedro le había desabrochado los botones del cuerpo del vestido hasta que no se lo abrió y sintió sus caricias en la piel desnuda. Y no pudo contenerse más. Le deseaba. Y se entregó a él, a sus besos y a sus caricias, con un entusiasmo que hizo que Pedro lanzara un gruñido. De repente, él la levantó en sus brazos.

–Suéltame –protestó ella, resistiéndose a apoyar la cabeza en el hombro de él.

Le encantó estar en sus brazos, le encantó la sensación de seguridad que él le proporcionaba. Pero no debía sentirse segura, pensó al ver el brillo sensual de los ojos de Pedro.

–Peso demasiado. Te vas a hacer daño en la espalda –murmuró ella mientras Pedro entraba en la casa y comenzaba a subir las escaleras.

–No digas tonterías. ¿Qué problema tienes con tu cuerpo? – preguntó mientras empujaba la puerta de su dormitorio con el hombro.

Se adentró en la habitación con ella en brazos y la dejó de pie al lado de la cama. Entonces, añadió:

–Tienes un cuerpo maravilloso, voluptuoso, sensual y me vuelve loco.

–¿En serio? –murmuró Paula débilmente, tratando de no pensar en la esquelética Brenda Benson.

–Créeme, cara, ninguna mujer me ha hecho perder el control como tú –admitió Pedro a pesar suyo.

Las manos le temblaban cuando le quitó el vestido a Paula y le cubrió los pechos con las manos. Le encantaba el peso de esos senos y la cremosa suavidad de la piel. Sintió un vuelco en el corazón al bajar la cabeza hacia los pezones. Le encantó la sensación que le produjo acariciarlos con la lengua, sentirlos endurecer. Y cuando oyó gemir, le quitó las bragas con rapidez, se desnudó él también y la hizo tumbarse en la cama.

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