miércoles, 18 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 39

Ludmila volvió a interrumpirse, miró a Paula con gesto interrogante y añadió:

–Supongo que deben ser muy amigos.

Paula enrojeció visiblemente.

–No, yo soy su cocinera –de repente, recordó que había oído ese nombre antes–. Tú eres la fotógrafa, ¿Verdad? Estoy escribiendo un libro de cocina basado en las recetas de mi abuela y Pedro me comentó que quizá tú pudieras tomar unas fotos de los platos.

Ludmila sonrió abiertamente.

–Me encantaría. Trabajaba de fotógrafa en Nueva York, pero Rafael y yo decidimos afincarnos en Italia y aquí estamos. Ahora tengo que volver ya a casa, en Siena, pero entre mañana y pasado te llamaré para organizar una sesión de fotos, ¿Te parece? –Ludmila se dió media vuelta para marcharse, pero antes de hacerlo, se detuvo y volvió la cabeza–. Ah, se me olvidaba decirte que he colgado en el armario la ropa que Pedro encargó para tí.

Paula la miró sin comprender.

–¿Qué ropa?

Ludmila volvió a adentrarse en el dormitorio y abrió el armario.

–Esta –respondió Ludmila, indicando una serie de atuendos que colgaban de las perchas. Sacó una percha con un vestido de seda color verde jade y sonrió a Paula–. Teniendo en cuenta que Pedro te ha comprado ropa de diseño, debes ser una cocinera muy especial.

Paula sacó una blusa de seda color palo de rosa. Toda la ropa era de estilo clásico y elegante en colores pasteles. La clase de ropa que a ella le encantaría ponerse de tener dinero para comprarla.

–Debe tratarse de un error –le dijo Paula a Ludmila–. No sé por qué Pedro ha comprado esta ropa, pero no es posible que sea para mí.

Ludmila pareció sorprendida.

–Es posible que quisiera darte una sorpresa.

O quizá le hubiera comprado esa ropa por otro motivo, pensó Paula disgustada mientras salía de la habitación para ir a buscarlo tras la marcha de Ludmila. La puerta del dormitorio de Pedro estaba abierta y, al asomarse, vió que salía de su cuarto de baño cubierto tan solo con una toalla atada a la cintura. Tenía el pelo mojado y entre el vello del pecho brillaban unas gotas de agua. Dió unos golpes en la puerta para advertirle de su presencia, y trató de ignorar el estremecimiento de su cuerpo cuando él le dedicó una sonrisa.

–¿Has visto a Ludmila? Ha venido para conocerte.

–Sí, he estado con ella. Ludmila creía que la ropa colgada en el armario la habías comprado tú para mí.

–Sí, así es. ¿Te gusta?

Paula respiró hondo. Estaba confusa y enfadada.

–No puedo aceptarla. No puedo permitirte que me hagas regalos.

Pedro agarró una toalla de la cama y se frotó el pelo con ella.

–¿Por qué no?

–Porque no puedes comprarme –respondió ella ardorosamente.

Pedro se quedó muy quieto, mirándola fijamente. Sus ojos se tornaron fríos.

–¿Qué quieres decir con eso de «Comprarte»?

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