viernes, 20 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 41

Esa noche cenaron en la terraza, con vistas a los campos de cultivo de maíz, creando la sensación de un lago dorado. En la distancia, montañas majestuosas de contornos suavizados por la luz del sol poniente. La vista quitaba la respiración.

–Es como una pintura de los maestros clásicos –comentó Paula, que estaba sentada con la barbilla apoyada en una mano mientras absorbía la belleza del paisaje–. ¿Cómo es que no vives aquí? Yo no podría soportar marcharme de este lugar.

–Me gusta Londres, tengo trabajo y una vida social activa, pero debo admitir que echo de menos la tranquilidad de Casa di Colombe – Pedro bebió un sorbo de vino tinto, un vino hecho con la uva de su propiedad–. Algún día me trasladaré aquí y aprenderé a hacer vino y aceite –sonrió–. Puede que hasta aprenda a cocinar tan bien como tú. Por cierto, la cena ha sido maravillosa.

–Me alegro de que te haya gustado –Paula lanzó un suspiro de satisfacción antes de vaciar el vaso de zumo.

A pesar de la discusión de antes por la ropa, el ambiente entre los dos era relajado. Durante la cena, Pedro se había mostrado atento y amable, y la había hecho reír. Le había hablado de la historia de la casa, de cuando era un monasterio cientos de años atrás.

–El norte de Gales, de donde yo vengo, también es muy bonito y también tenemos montañas. Desde la granja de mis padres se ve Snowdon –le informó ella–. En mi opinión, el hogar se encuentra donde está la gente a la que se quiere, ¿No te parece?

–Supongo –concedió Pedro.

Su abuela había vivido ahí, en la Toscana, y quizá fuera por eso por lo que le tenía tanto cariño a esa casa. Pero a Lara no le había gustado, tanta tranquilidad le había aburrido y, en las pocas ocasiones en las que le había acompañado a visitar a su abuela, no había podido disimular su impaciencia y las ganas de volver a la ciudad. Miró a Paula, cuyo cabello había adquirido un extraordinario brillo con los últimos rayos de sol, y sintió algo extraño, algo como... añoranza.

–Háblame de tu familia. ¿Cuántos hermanos me dijiste que tenías?

–Siete. Nahuel, Leandro, Ariel, Bruno, Tomás, Mariano y Gonzalo, el pequeño, que tiene veinte años. Mi madre viene también de una familia numerosa y yo soy la séptima hija de una séptima hija; que, según mi abuela, significa que tengo un sexto sentido. Pero no creo en las supersticiones. Si poseyera un sexto sentido, habría evitado a Javier a toda costa –confesó Paula sin pensar.

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