miércoles, 11 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 25

–Estoy tomando la píldora.

Las palabras de Paula fueron una bendición, y él no pudo controlar la inmediata reacción de su cuerpo. Maldición, parecía un adolescente con ella. No le gustaba nada que ese mujer le afectara de tal manera. No obstante, se hundió en la sensualidad de ese cuerpo de mujer.

–¿Estás segura? –qué pregunta más tonta. Y si mentía, Paula no iba a decírselo. O se fiaba de ella o no. Pero al mirarla a los ojos, tuvo la certeza de que ella le había dicho la verdad y, al momento, se relajó–. Te aseguro que siempre utilizo preservativos, tanto para evitar un posible embarazo como por motivos de salud.

¿Por qué le hablaba con tanta frialdad? Paula se ruborizó, y se enfadó consigo misma por ser tan tonta. Lo que había dicho Pedro era de sentido común, y ella debería alegrarse de que él fuera tan realista.

–Yo... también estoy sana –murmuró Paula–. Solo me he acostado con otro hombre en mi vida y... y de eso hace ya algún tiempo.

¿Significaba eso que el único hombre con el que Paula se había acostado era el exnovio galés? Pero... ¿Por qué iba a importarle eso a él? Pedro se acodó en la cama y la miró sonriéndole perezosamente.

–En ese caso, ¿No hay motivo por el que no pueda hacer esto?

Y Pedro se movió dentro de ella una vez más, más y más hondo, con creciente placer... Y a juzgar por los ojos de Paula, a ella le pasaba lo mismo.

–Sí... Oh... Sí... No... –Paula le clavó las uñas en los hombros, agitada–. No pares –le rogó ella, sin importarle parecer desesperada.

Pedro era un mago, un brujo. Jamás había imaginado que el sexo pudiera ser tan intenso, tan loco. Y entonces... dejó de pensar, con los cinco sentidos puestos en alcanzar un clímax que, hasta ese momento, siempre la había eludido. Pedro había incrementado el ritmo de sus movimientos y respiraba trabajosamente, lo que significaba que estaba a punto del orgasmo.

–Por favor, espera –murmuró ella. Y, avergonzada, se dió cuenta de que había expresado en voz alta lo que pensaba.

Pedro lanzó una suave carcajada, pero la ternura contenida en su mirada aseguraba que no se estaba riendo de ella.

–Naturalmente que voy a esperarte, cara. ¿Acaso crees que voy a tener un orgasmo sin antes asegurarme de que tú lo has tenido?

¿Qué clase de egoísta había sido el novio de Paula?, se preguntó Pedro, que había notado el tono de desesperación de ella. Además, estaba decidido a procurarle la experiencia sexual más placentera de su vida.

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