lunes, 23 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 50

Paula asintió y subió las escaleras. Se detuvo delante de su habitación y se preguntó si no debería dormir sola esa noche. Sabía que era una tontería, pero lo del embarazo de Ludmila había despertado en ella emociones que se esforzaba por reprimir y no creía poder hacer el amor con Pedro y seguir fingiendo que él no significaba nada para ella. En ese momento, con el corazón encogido por todo lo que había perdido, no quería enfrentarse al hecho de que, al cabo de unas semanas, también lo perdería a él.

Quince minutos más tarde, Pedro entró en su dormitorio y encendió la lámpara de la mesilla de noche antes de salir a la terraza, donde estaba Paula. Se acercó a ella por la espalda, le rodeó la cintura con los brazos y la estrechó contra sí.

–¿Qué haces aquí fuera? –le murmuró al oído.

Al ver que Paula no respondía, la hizo volverse y se le encogió el corazón al ver sus ojos llenos de lágrimas.

–Cara, ¿Qué te pasa? –le levantó la mano vendada–. ¿Te duele? Sabía que deberíamos haber ido al hospital...

Pero Paula sacudió la cabeza, interrumpiéndolo.

–No, no me duele. Y ha sido un descuido mío, debería haber tenido más cuidado.

Pedro la miró fija e intensamente.

–¿Por qué sabes cómo calmar las náuseas del embarazo?

La sintió ponerse tensa al instante. Vió la lágrima que le resbaló por la mejilla y eso le llegó al alma. Paula sabía que se estaba viniendo abajo, pero no podía evitarlo. Necesitaba desahogarse e, instintivamente, supo que podía hablar con él, que podía confiar en él.

–Yo estuve embarazada –declaró en voz baja.

Pedro hizo un esfuerzo por mantener la calma.

–Lo siento –sintiéndose impotente, levantó una mano y le acarició el cabello a modo de consuelo mientras esperaba a que ella continuara.

Paula tomó aire.

–Durante los primeros meses de embarazo tenía muchas náuseas, por eso sabía lo de las galletas.

–¿Qué pasó? –preguntó Pedro.

–Nació muerto cuando yo estaba de veinte semanas. En una ecografía rutinaria se vio que el corazón no le latía –explicó ella con voz carente de emoción, pero él se dio cuenta de que la desafección era una máscara y la estrechó contra sí–. Los médicos no sabían por qué había muerto; pero, por aquel entonces, yo estaba muy estresaday en algún sitio leí que esa podía haber sido la causa.

Paula respiró hondo antes de añadir:

–Tuvieron que intervenirme.

De repente, Paula apoyó el rostro en el pecho de Pedro y rompió en sollozos.

–No debería resultarme tan doloroso después de tanto tiempo – logró decir ella–, pero no puedo evitarlo. Daría cualquier cosa por haber tenido el niño.

–Dio, cara.

A Pedro se le hizo un nudo en la garganta. Hasta ese momento había creído que sabía lo que era sufrir y sentir la pérdida de alguien, pero ella había sufrido mucho más que él.

1 comentario:

  1. Que triste historia pobre Pau.... Que bueno que se haya abierto y confiado en Pedro

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