viernes, 27 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 54

Ludmila siguió la dirección de la mirada de ella con expresión interrogante.

–Bueno, dime, ¿Qué relación tienes con Pedro? Y no me digas que eres solo su cocinera –sonrió traviesamente al ver el rubor de Paula–. No me malinterpretes, me parece estupendo que tengan una relación. Me preocupaba que lo de Lara pudiera tener un efecto irreversible.

Paula se puso tensa.

–¿Quién es Lara?

–¡Cielos! Lo siento, creía que te lo había contado –de repente, la americana pareció evasiva–. Conoció a Lara hace años, cuando vivía en Nueva York. Allí lo conocí yo también. Pedro era amigo de Rafael y, cuando yo empecé a salir con él, pasábamos casi todo el tiempo juntos.

Ludmila se interrumpió y, en un intento por cambiar de conversación, dijo:

–¿Por qué no vienen  tú y Pedro a comer con nosotros este fin de semana? Es hora de ser yo quien cocine.

–Lo siento, pero este fin de semana no vamos a poder –dijo Pedro a espaldas de Paula.

Pedro se sentó al lado de Paula y le dedicó una de esas sonrisas sensuales que la dejó sin respiración.

–Voy a llevar a Paula un par de días a Florencia –añadió él.

–¿Sí? –Paula no ocultó su sorpresa.

–Sí. Vamos a ir a un hotel de cinco estrellas en el centro de la ciudad, muy cerca del campanario de Giotto en la plaza del Duomo y de la galería Uffizi, y vamos a comer en algunos de los mejores restaurantes de la ciudad. Creo que te mereces un descanso –y añadió bajando la voz para que solo Paula pudiera oírle–: la habitación tiene cama con dosel, así que no puedo prometer que vayamos a ver muchas cosas, mia bella.

Paula enrojeció y se levantó rápidamente para servir el almuerzo.

La mayoría de los días trabajaba en sus recetas por las mañanas, y Ludmila iba a sacar fotos de los platos mientras Pedro y Rafael jugaban al tenis. Solían almorzar juntos y, después de que ellos se marcharan, Pedro y ella subían a echarse la siesta en la fresca habitación de él. Así pasaban los días y ella tenía miedo del momento en que tuviera que marcharse de Casa di Colombe y de separarse de él.

–¿Por qué me vas a llevar a Florencia? –le preguntó ella después de haber hecho el amor, en la cama de Pedro, aún sorprendida del placer que él acababa de proporcionarle.

–Porque me dijiste que te gustaría visitar esa ciudad.

Pedro sabía que podía haber puesto una excusa, pero no tenía sentido. Había dejado de tratar de racionalizar por qué le gustaba tanto estar con Paula, y no solo en la cama.

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