lunes, 9 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 19

Avergonzada, sintió un intenso calor en las mejillas. Le horrorizaba que Pedro se hubiera dado cuenta de que le gustaba. No sabía qué decir y sintió un gran alivio cuando la canción llegó a su fin.

–Por favor, disculpa –dijo Paula, separándose de él.

Cruzó a toda prisa el salón. Un camarero con una bandeja se detuvo delante de ella y Paula agarró otra copa de zumo de frutas antes de salir a la terraza del jardín. Apoyó los codos en la barandilla de piedra. No podía continuar trabajando para Pedro, sería muy incómodo. Al día siguiente, por la mañana, le presentaría su dimisión. Después, llamaría a Fernando Clavier para hablar del trabajo en el restaurante de Santa Lucía. Se llevó la copa a los labios y bebió. Se puso muy tensa al oír unos pasos a sus espaldas.

–De ser tú tendría cuidado con el ponche de zumo de frutas. He oído a uno de los camareros decirle a una invitada que lleva mucho limoncello –murmuró Pedro.

Eso explicaba por qué había empezado a darle vueltas la cabeza, pensó Paula. El licor de limón italiano tenía mucho alcohol, pero no lo había notado.

–Bueno, como es mi cuarta copa, puede que ya esté algo mareada, así te será más fácil reírte de mí al verme hacer el ridículo – Paula apartó los ojos de él y bajó el rostro–. Aunque la verdad es que no es necesario que beba alcohol para hacer el ridículo.

Pedro frunció el ceño al ver cómo le temblaban los labios.

–¿Qué te pasa? –Pedro le puso las manos en los hombros para sujetarla, para evitar que se alejara–. ¿Estás enfadada porque te he dicho que te encuentro atractiva?

No era lo que Paula había esperado oírle decir. Creía que él iba a insistir en que a ella le gustaba.

–Me preocupa porque va a hacer muy difícil que siga trabajando para tí –murmuró ella.

–Eh, no soy una bestia al servicio de mis hormonas –comentó él con ironía–. Soy perfectamente capaz de controlar mi libido.

Pedro levantó una mano y le retiró el pelo de la cara. Entonces, añadió:

–Aunque me sería más fácil si dejaras de mirarme como me estás mirando en este momento.

A Paula le dió un vuelco el corazón.

–¿Cómo te estoy mirando? –susurró ella con una voz tan ronca que le pareció pertenecer a otra persona.

–Como si quisieras que te besara.

Y Pedro lanzó una grave carcajada al ver que Paula no lo negaba. Miró fijamente esos hermosos ojos violeta y en ellos vio la invitación que ella no podía ocultar. Pero también vió miedo, y eso le hizo vacilar. Debía estar borracha, pensó ella, porque Pedro la estaba mirando con sumo deseo, como si quisiera devorarla con los ojos. Y cómo quería ella que Pedro la devorara. Pero no debía perder la cabeza. Ella jamás perdía la cabeza.

–No, no quiero que me beses... ¡Oh! –la débil negación se perdió cuando Pedro bajó el rostro y le cubrió la boca con la suya.

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