lunes, 23 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 47

–¡Es tardísimo! Deberías haberme despertado. Dame un minuto para vestirme e iré a preparar el desayuno.

–Quédate donde estás –le ordenó Pedro–. Para variar, he sido yo quien ha preparado el desayuno hoy.

Paula había estado tan absorta mirándolo a la cara que no se había fijado en la bandeja que él sostenía. Agrandó los ojos cuando él dejó la bandeja sobre sus piernas y vió que había café, tostadas, mantequilla y mermelada y un plato cubierto con una tapadera. Encima de la servilleta había un capullo de rosa. Se le hizo un nudo en la garganta.

–Es la primera vez que me traen el desayuno a la cama –dijo ella con voz ronca.

Pedro sonrió.

–Estabas cansada por mi culpa –murmuró él con un brillo travieso en los ojos, haciéndola sonrojar–. Me ha parecido justo que durmieras hasta tarde.

Pedro levantó la tapadera del plato y añadió:

–He preparado estos huevos revueltos. Espero que estén bien hechos.

Los había quemado, pensó Paula mirando con aprensión aquella masa en el plato.

–Puede que las tostadas no estén tan jugosas como cuando las haces tú –añadió Pedro.

«Y mucho más negras», se dijo Paula en silencio.

–Tiene todo un aspecto estupendo –mintió ella, enternecida por el esfuerzo que Pedro había hecho... Más aún cuando vió que tenía una gota de sangre en el pulgar–. ¿Qué te ha pasado?

–La rosa me ha presentado batalla –respondió él.

La verdad era que Pedro se sentía ligeramente avergonzado por haber cedido al impulso de salir al jardín a cortar una rosa para Paula. No era propio de él hacer ese tipo de cosas. Cuando quería darle flores a una mujer, le pedía a su secretaria que llamara a una floristería y se las enviara. Dolía mucho menos. Pero la sonrisa de ella recompensó sus esfuerzos. Bajó la mirada a la suave curva de aquellos cremosos senos y deseó que acabara pronto de desayunar para poder tumbarse a su lado.

–¿Qué tal están los huevos?

–Excelentes –Paula bebió un sorbo de café para ayudarse a tragar esa especie de goma. Entonces, agarró el capullo de rosa y lo olió–. Gracias.

A Paula le dió un vuelco el corazón cuando Pedro se inclinó sobre ella y le dió un beso en la boca. Un beso tierno, pero que no le pareció suficiente. Quería más y abrió los labios... El sonido de un claxon hizo que él, con desgana, se apartara de ella, se levantara y se acercara a la ventana.

–Ludmila está aquí. Hace un rato ha llamado para decir que iba a venir para hablar de la sesión de fotos contigo –Pedro se miró el reloj– . Hoy por la mañana tengo que hacer algunas cosas... Así que ya me darás las gracias como se merece luego, cara.

La mirada de Pedro contenía una promesa sensual y algo más, algo que ella no se atrevió a calificar de cariño. «No busques algo que no existe», se dijo Paula a sí misma mientras él salía por la puerta.

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