viernes, 27 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 55

Paula se le había clavado en el corazón. El sexo con ella era más satisfactorio que con nadie, pero también le gustaba charlar con ella y estar a su lado. Era una mujer interesante y con sentido del humor. A veces le enfadaba, cuando ella se molestaba si le parecía que algo amenazaba su independencia. El día anterior, por ejemplo, habían discutido porque, en Montalcino, ella se había negado a permitirle pagar un cántaro de barro que quería comprar. Era lo contrario a las mujeres con las que solía ir, que trataban de sacarle el mayor dinero posible. Empezaba a dudar de que su interés por ella se desvaneciera. Estaba incluso considerando la posibilidad de pedirle que volviera con él a Londres no como su cocinera, sino como su amante. Si no quería que se marchara a trabajar al restaurante de Fernando Clavier en Santa Lucía, sabía que tenía que ofrecerle algo más que una aventura amorosa pasajera. Lo malo era que no sabía realmente lo que quería, y eso le preocupaba más de lo que se atrevía a admitir.



Florencia era una ciudad maravillosa. Después de tres días de pasearse por la ciudad, Paula casi no podía dar crédito a la exquisita arquitectura que había visto y que la hacían la joya del Renacimiento. La última tarde que iban a pasar allí, Pedro la llevó a un famoso restaurante cerca de Puente Vecchio y se sentaron a una mesa con vistas al río Arno. La luz del atardecer tiñó el cielo de rojo y confirió a la superficie del río una pátina dorada.

–La vista es incomparable –murmuró ella.

–Sí, lo es –concedió Pedro–. Igual que tú. Estás deslumbrante con ese vestido, cara.

Paula se sonrojó de placer y se miró el vestido de seda color verde jade, uno de los que él le había comprado. Había decidido usar la ropa, pero había insistido en no cobrar el suelo de ese mes, a modo de compensación por lo que Pedro se había gastado.

–El vestido es precioso, pero me parece que tiene demasiado escote, me da miedo que se me salga el pecho.

–La esperanza es lo último que se pierde –comentó él con voz suave y traviesa.

La mirada que Pedro le lanzó la hizo sonrojar aún más... y desear acabar pronto de cenar y volver a la habitación del hotel. La lujosa suite tenía bañera de hidromasaje, y no podía quitarse de la cabeza imágenes de la noche anterior, cuando hicieron el amor en la bañera.

–Gracias por traerme aquí –dijo ella con voz queda–. Florencia es una ciudad maravillosa y jamás olvidaré este viaje.

–Me alegro de que lo estés pasando bien. Podríamos volver –dijo Pedro en tono de no darle importancia–. A veces paso una o dos semanas en la Toscana durante el otoño.

Paula no quiso recordarle que para entonces ya no trabajaría para él.

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