miércoles, 11 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 24

Paula no pudo evitar gritar cuando Pedro bajó la cabeza y se apoderó de unos de sus pezones con la boca. Una exquisita sensación le subió por la pelvis, y se revolvió bajo el cuerpo de él mientras Pedro la chupaba y mordisqueaba hasta procurarle un placer casi insoportable. Le acarició el vientre, siguió bajando las manos y le agarró las bragas.

–Eres exquisita –murmuró él al tiempo que se las quitaba y se quedaba contemplando el cuerpo completamente desnudo de ella.

–Pedro...

De repente, Paula se sintió vulnerable y ridículamente tímida. No era virgen, pero tampoco era una mujer sofisticada y con experiencia, una mujer como las que solían salir con Pedro. Tenía miedo de desilusionarle.

–¿Qué pasa? –preguntó él–. ¿Quieres que haga algo en particular? Dime cómo puedo darte placer.

Con una temblorosa mano, Paula le acarició la mandíbula y contuvo la respiración cuando Pedro le agarró los dedos, se los llevó a los labios y los besó.

–Yo... Bésame otra vez –susurró ella.

–Será un placer –Pedro sonrió dulcemente, como si hubiera notado la falta de confianza en sí misma de Paula.

Bajó la cabeza y la besó profundamente.

-Quiero que disfrutes, cara –dijo él con voz suave al tiempo que deslizaba la mano entre los muslos de ella, se los separaba y deslizaba un dedo en la ardiente suavidad del centro de su feminidad.

Paula jadeó y levantó las caderas instintivamente. Un fuego líquido le corrió por el cuerpo. La entrepierna le palpitaba. Necesitaba más. Le necesitaba a él. Necesitaba que la llenase con el duro miembro que ahora le acariciaba la entrada. Al recordar que antes Pedro le había pedido que lo tocara, cerró los dedos alrededor del pene y comenzó a acariciarlo. Al oírle gemir de placer, se envalentonó y le acarició de formas más imaginativas. Al cabo de unos segundos, gruñendo, él le apartó la mano. Cuando la penetró, ella contuvo la respiración. La llenó profundamente, por completo. Y pensó que nunca había sentido esa satisfacción con Javier. Pedro comenzó a moverse y casi salió de ella por completo, rio al verla protestar y repitió el proceso con más rapidez, con más dureza... hasta hacerla gritar una y otra vez, hasta hacerla rogar que no parase. Pero el ronco ruego de Paula tuvo el efecto contrario: se quedó muy quieto y, tras lanzar una maldición, comenzó a salir de ella. Pasando de la incredulidad al pánico, Paula pensó que, al final, no iba a hacerle el amor. ¿Le desagradaban sus curvas? Se sintió humillada y desilusionada.

–¿Qué pasa? –preguntó Paula con voz temblorosa.

–Se me ha olvidado ponerme un preservativo –contestó Pedro, maldiciéndose a sí mismo.

A Pedro nunca se le olvidaba usar protección, era una de sus reglas de oro. No podía dar crédito a su irresponsabilidad...

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