viernes, 6 de septiembre de 2019

Deseo: Capítulo 13

Pedro le dedicó una inexpresiva sonrisa, pero ella notó cómo se le endurecía la expresión.

–No olvides que soy un playboy –dijo él con ironía–. Para mí no es problema ir de una relación a otra. Pero ahora en serio... no debe ser fácil trasladarte a una ciudad como Londres y hacer amigos. Podría presentarte a gente. Por ejemplo, mañana voy a asistir al estreno de un musical en el West End y luego a la fiesta del estreno, así que... ¿Por qué no vienes conmigo?

Era normal querer ayudar a Paula a hacer de Londres su casa, se dijo Pedro a sí mismo. Era una cocinera fantástica y él no quería que se le ocurriera volver a Gales por no encontrarse bien allí.  Quizá, si salía con ella un par de veces, la ayudaría a hacer amigos. Paula tragó saliva.

–¿Estás invitándome a salir una noche contigo? –Paula quería asegurarse de que no había oído mal.

–Te sentará bien salir.

A Paula le dió un vuelco el estómago al darse cuenta de que Pedro la había invitado a salir con él porque le daba lástima. Estaba a punto de rechazar la invitación, pero el orgullo se lo impidió. Ni aún penaba porque Javier la hubiera dejado ni tampoco era la pobre víctima de una relación fallida que Pedro creía que era. No había motivo por el que no podía ir al teatro con él.

–Está bien, te acompañaré –respondió ella rápidamente, antes de echarse atrás–. Nunca he asistido a un estreno. ¿Cómo deba vestir?

–A estos estrenos la gente suele ir con ropa de noche, las mujeres con vestidos largos, hasta los pies.

Paula repasó mentalmente su guardarropa y se dió cuenta de que no tenía nada apropiado para la ocasión.

–En ese caso, tendré que ir de compras.

Pedro se sacó la billetera del bolsillo, agarró una tarjeta de crédito y la dejó encima de la mesa, empujándola hacia ella.

–Toma la tarjeta y cómprate lo que necesites.

–Ni hablar –respondió ella ofendida–. No te preocupes, puedo permitirme comprar mi propia ropa.



Si su madre llegara a enterarse de lo que le había costado el vestido, le daría una apoplejía, pensó Paula al día siguiente por la tarde, conteniendo el sentimiento de culpa mientras se vestía para salir con Pedro. Aún no comprendía por qué se había gastado ese dineral en ese vestido de seda que, casi con toda seguridad, no tendría ocasión de volver a ponerse. Pero no se arrepentía de haber comprado el vestido. Había pasado la mañana entera en Oxford Street probándose vestidos de noche que no le sentaban bien. Y eso le había hecho darse cuenta de que escondía su cuerpo, de curvas pasadas de moda, tras el uniforme de cocinera. Por fin, un vestido en un escaparate de Bond Street había llamado su atención. A pesar del precio, la dependienta le había convencido para que se lo probara.

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