miércoles, 14 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 33

Él la miró extrañado.

—¿Se puede saber de qué te ríes?

—Mira, Pepe —dijo ella, poniéndose en pie—, te diré algo: tanto si te dedicas a ir por ahí conquistando chicas como si no, te diré que tienes mucho estilo besando y que me alegro mucho de haberte conocido, pero nada más —luego se dirigió hacia el fregadero.

—Espera un momento, Paula —dijo él, en un tono que ella no pudo reconocer.

Su voz era fría y algo brusca. Ella se volvió y parpadeó, sorprendida.

—¿No piensas que tus reservas hacia mí pueden tener algo que ver con el hecho de que no me puedas manipular fácilmente? —preguntó él, levantándose y poniéndose las manos a la espalda.

Ella se quejó.

—No…

—¿Y entonces, por qué me tratas como si fuera una molestia para tí?

—No es así.

—No me engañes.

—Pero ¿Y tú? ¿No has intentado tú manipularme a mí acaso?

—Pues no creo. Además, no tengo la costumbre de meterme en un duelo para ver quién domina a quién cuando trato de resultarle atractivo a alguien.

—Eso que me has dicho es una cosa horrible, Pedro Alfonso—dijo ella, muy enfadada.

—¿Por que es verdad?

—Porque nada podía estar más lejos de la verdad —le aseguró, saliendo de la cocina.

Se dirigió a su estudio y allí estuvo dando vueltas de un lado para otro durante cinco minutos, furiosa consigo misma y tratando de examinar el torbellino de emociones que se había despertado dentro de ella. Lo que más le preocupaba era la facilidad con la que Pedro la sacaba fuera de sí. Era una cosa extrañísima, ya que era un hombre al que apenas conocía. Finalmente, se detuvo frente a uno de los caballetes y, con un gesto repentino, dió la vuelta a la página del libro de bocetos donde estaba el dibujo de un pájaro y se quedó mirando la hoja en blanco que apareció detrás. Luego acercó un taburete con el pie y, agarrando un lapicero, comenzó a hacer un boceto sin ninguna idea clara de lo que quería dibujar. Sólo deseaba relajarse un poco y librarse de esa voz dentro de su cabeza que le estaba preguntando si sería de verdad una mujer tan dominante. Poco a poco fue apareciendo una imagen de Wattle Creek. Primero aparecieron los gomeros con sus viejas y nudosas ramas, sobre las que había varios pájaros. También apareció el riachuelo con sus orillas llenas de arbustos y, finalmente, un caballo arrimándose a un hombre… Eran Bonnie y Pedro. ¿Qué significaría esa escena?, se preguntó a sí misma, sintiendo un gran dolor dentro de ella. Pero al mismo tiempo, sabía que le había salido bien y que podría hacer una bonita tarjeta con ese dibujo. Había como un calor especial que emergía de las figuras del caballo y el hombre. Y se daba cuenta de que era mucho mejor, desde el punto de vista artístico, dibujar una imagen que provenía de su mente a copiar sencillamente la realidad. En cualquier caso, también era consciente de que ese momento de frenesí creativo no había resuelto sus problemas. Mientras mordisqueaba la punta del pincel, oyo que alguien llamaba a la puerta.

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