lunes, 26 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 57

—No puedes darme órdenes…

—Por mi propia seguridad, sí que puedo. No olvides que ya has estado a punto de golpearme con una cacerola. De todas maneras, estoy seguro de que soy más fuerte que tú, Paula.

Ella volvió a tomar aire y se sentó, a pesar de que él no hizo ademán de levantarse y obligarla.

—Si eres sincera contigo misma, tendrás que admitir que me deseas —se encogió de hombros—. Igual que yo te deseo a tí.

—¿No crees que ya tuviste demasiados problemas la última vez que intentaste convencerte a tí mismo de que el deseo era suficiente?

Él soltó una risita, pero en ese momento sonó el teléfono, así que Paula no quedó sin saber lo que él iba a decir. Era del hospital, para decir que su tío había sufrido una repentina recaída.

—Te llevaré —dijo él.

—No, yo…

—Paula, no discutas.

No lo hizo.


Era media mañana del día siguiente cuando volvieron a la casa de Mermaid Beach. Arturo Chaves se había recuperado finalmente, pero tendrían que operarlo de nuevo. Pedro había insistido en quedarse con ella toda la noche y al llegar a la casa, pálido y agotado, se había despedido de ella cariñosamente.

—Vete a la cama, cielo. Pero tómate esto primero.

—¿Qué es?

—Una píldora para dormir. Las pedí en el hospital.

—Gracias. Y gracias por todo lo que has hecho, pero creo que debería quedarme despierta por si acaso…

Él sonrió y le acarició la cara.

—Yo me quedaré despierto y te llamaré si es necesario. Vete ahora.

El sol se estaba poniendo cuando ella se despertó de un profundo sueño. Se quedó tumbada un rato, mientras recordaba lo sucedido en las últimas veinticuatro horas. Finalmente comenzó a pensar en Pedro Alfonso. ¿Cómo separar el lado divertido de él de la manera en que la había acompañado aquella noche tan larga, llevándola un café de vez en cuando, o hablando de diversos temas cuando ella necesitaba hablar? ¿Y qué podía pensar de cómo había puesto las sillas juntas para que ella se pudiera tumbar un rato…? ¿Cómo podía separarlo del hombre que había sugerido que se convirtiera en su amante para que se pudiera quedar en Wattle Creek? Del hombre que la había mentido al ocultarle cosas.

Se levantó finalmente y se puso su traje de baño amarillo, esperando que darse un baño le aclarara la mente. Él estaba leyendo en la terraza con los pies sobre una mesa. Llevaba unos pantalones cortos azul marino y gafas de sol. No llevaba camisa. Ella dudó si saludarle, pero imaginó que él debía de haberla oído porque dejó el libro y se quitó las gafas, al tiempo que se daba la vuelta.

—¿Te sientes mejor?

—Sí, gracias. ¿Alguna noticia?

—Está descansando de nuevo. ¿Puedo acompañarte?

Paula respiró aliviada, luego parpadeó.

—¿Acompañarme?

—Sí, a darme un baño.

—Por supuesto. Va a hacer una noche estupenda hoy.

—Sí.

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