viernes, 30 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 67

El día siguiente fue muy caluroso. El cielo se mostraba de un azul lustroso. Arturo le dijo a Paula que ya estaba listo para ir a la pista de aterrizaje a recoger con el coche a Pedro. Ella le comentó que todavía no había terminado de preparar la comida. Y su tío la creyó, sin sospechar que la comida ya estaba hecha y que su sobrina no tenía nada que hacer, salvo esperar con los nervios a flor de piel.

Ella escuchó el avión y salió de la cocina, sintiendo que le faltaba espacio. Y estaba de pie, a la sombra de un gomero, cuando vió llegar un coche. Descubrió, extrañada, que no era el Land Rover de su tío, sino uno de los coches que utilizaban los trabajadores del rancho. Y sólo iba una persona en él… Pedro. Observó con el corazón palpitándole como un tambor cómo él salía del coche y se quedaba mirándola. Le dieron ganas de salir corriendo, pero sintió que sus piernas estaban pegadas al suelo mientras él se dirigía hacia ella. Al poco, estaba delante de ella, tan esbelto y vital como Paula le recordaba. Iba con sus pantalones de color caqui, unas botas y una camiseta de color amarillo. Pero sus ojos azules tenían una expresión sombría. Él se fijó en el vestido rosa que llevaba ella, así como en las sandalias blancas. Unos mechones de pelo se le habían salido de la coleta y tenía las manos apretadas y la barbilla tensa.

—¿Vas a escucharme ahora, Paula Chaves? —preguntó él, agarrando las manos de ella.

—Yo… no sé qué decirte, Pedro.

—Entonces no digas nada. Por lo menos, hasta que yo me haya explicado.

—Pero…

Él levantó la mano y tocó los labios de ella.

—No, deja que sea yo quien hable.

—Yo…

—Vamos a sentamos —sugirió él.

Ella se quedó pensativa, luego se sentó sobre la hierba. Él se sentó a su lado, apoyando la espalda sobre el tronco del gomero.

—Pedro, yo…

—Primero escucha lo que tengo que decirte. Después hablarás tú. Me he enamorado de tí, Paula. Al principio, sólo te admiraba. Luego comencé a sentirme fascinado por tí de un modo que nunca creí que fuera posible. Y eso hizo que se despertara en mí un enorme deseo de que nosotros pudiéramos unimos íntimamente en todos los sentidos. Y aunque soy consciente de que eso va en contra de lo que pensaba acerca de que el matrimonio podría acabar con la pasión… de lo que sí estoy seguro ahora es de que no podría pasar el resto de mi vida sin tí.

Ella lo miró con una expresión de asombro en los ojos.

Pedro esbozó una sonrisa.

—¿Qué pensabas que había venido a decirte? No, no contestes, como sueles decirme tú a mí. Déjame que continúe, Paula. Date cuenta de que todo eso me sucedió estando comprometido a otra mujer y para mí fue un duro golpe. Igual que el hecho de descubrir que muchas cosas mías no te gustaban, por decirlo de una manera suave.

Pedro arqueó una ceja.

—También me hizo sacar lo peor que hay en mí —continuó—. Pero cuando tú te comportaste firme y de acuerdo a tus principios yo dejé a un lado mi ego y decidí que tenía que haber una manera de demostrarte que te amaba, a pesar de todas las sospechas que tenías acerca de mí.

Se miraron a los ojos un segundo.

—No lo planeé, lo confieso —añadió, suavemente—. Pensaba que mi vida estaba completamente organizada. Pensaba que podía funcionar el matrimonio con Laura, sobre todo porque su carrera de actriz nos daría bastante independencia a ambos. Y porque, como te dije, creía que era un matrimonio que podía convenimos a los dos. La sola idea de que nosotros dos tengamos nuestra independencia me da miedo, sin embargo. Estas últimas semanas han sido para mí un infierno, por ejemplo.

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