viernes, 9 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 24

Paula chasqueó la lengua. Luego se levantó.

—¿Quieres un café? ¿O un té? Oh, claro que no. ¿Un vaso de leche o un zumo de naranja, entonces?

—Un zumo de naranja, gracias —contestó él, sonriendo—. Por cierto, me alegra mucho que me sigas dirigiendo la palabra después de lo de anoche.

Ella quitó los platos, le sirvió un zumo de naranja y colocó la cafetera en el fuego.

—Puede que no te hubiera hablado si no… tuviera miedo de lo que pudiera pasarte.

—¿Significa eso que te consideras responsable de mí?

—Sólo en cuanto a tu salud.

Él esperó hasta que sonó el café y ella volvió a la mesa con una taza bien caliente.

—Veo que te has cortado el flequillo.

—No mucho.

—No, como un centímetro.

—¿Y qué tiene eso que ver contigo?

Ambos se miraron con una intensidad extraña o con una mirada que se hizo intensa por su duración.

—Creo que ya debes saberlo, Paula —dijo él.

Se puso nerviosa, pero no pudo apartar la vista de él.

—¿Has recordado algo nuevo hoy?

—No.

Ella hizo una mueca.

—Entonces, ¿Qué te apetecería hacer ahora?

—¿Qué has pensado?

—Voy a limpiar un poco la cocina, arreglar tu habitación, conseguir que venga alguien a reparar el tejado y luego iré a dar una vuelta por el rancho, para ver con mis propios ojos el estado en que se encuentra tras las lluvias.

—¿A pie?

—No, a caballo.

—¿Puedo ir yo?

La muchacha se quedó unos segundos pensativa. Luego se dirigió al fregadero.

—Quizá sea demasiado ejercicio para tí. ¿Qué tal la cabeza?

—No me la he mirado esta mañana, pero estoy seguro de que puedo montar a caballo.

—Lo decidiré cuando acabe de hacer todo esto.

Él observó su espalda cuando ella comenzó a lavar, vigorosamente, los platos. Luego se levantó despacio, tomó un paño y comenzó a secar la vajilla. Trabajaron en completo silencio durante diez minutos. Paula no podía creerse lo tranquila que estaba a pesar de la proximidad de Pedro, con quien se rozó accidentalmente un par de veces. ¿Y si no fuera accidentalmente?, pensó la muchacha la segunda vez que ocurrió, al tiempo que lo miraba enfadada. Él arqueó una ceja y se apartó enseguida de ella. Pero Paula continuó enfadada.

—¿Te importaría traer el botiquín de primeros auxilios? —preguntó con tono cortante.

—Al momento —contestó él, saliendo de la cocina.

El humor de la muchacha no había mejorado cuando terminó de limpiar la cocina. Él no había regresado todavía. Estaba a punto de ir en su busca, cuando apareció con el maletín, silbando quedamente.

—Te has tomado tu tiempo.

—Puse el colchón húmedo fuera y colgué las sábanas y la colcha en la cuerda — replicó dulcemente.

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