viernes, 2 de agosto de 2019

Te Quiero: Capítulo 15

—Sí. Juan fue el primero en darse cuenta. Y yo también creo que tus modales son muy buenos. Hablas de un modo refinado y tienes una gran seguridad en tí mismo, incluso bajo los efectos de la amnesia. Y eso suele ser producto de una buena educación. Así que aunque no puedas acordarte de ello, seguro que vienes de buena familia.

—A mi madre le encantaría oírte decir esto, Paula, pero la realidad es que mi padre fue un herrero.

Ella parpadeó.

—Siento haberte decepcionado.

—No me has decepcionado. Quiero decir… —ella estaba segura de que se había sonrojado—. Para mí eso no significa nada. ¡Oh! Creo que me he expresado como una snob y te puedo asegurar que no lo soy. ¿Por qué me has hecho decir eso?

Él se echó a reír y se acercó hasta donde ella estaba.

—Yo sólo quería decirte un cumplido, Paula.

—Para arreglar lo que dijiste de que no era una mujer de aspecto seductor — remarcó ella sombríamente.

—Eso no fue lo que quise decir. Y siento mucho si te hirió mi comentario.

—Sólo Dios sabe cómo me hirió. No te conozco…

—Ya lo sé. Y quizá sea ése el motivo.

Él se limitó a acercar el anverso de su mano a la mejilla de ella, pero Paula se quedó helada de miedo. No pudo evitar sorprenderse del magnetismo que ejercía el contacto de la mano de él. Parecía transformar de algún modo la situación. Como si fuera todo mucho más real.

Allí estaban ellos dos, bañados por la luz de su estudio. Fuera, la lluvia no cesaba de caer y el ganado debía de estar ahogándose. La intensidad con la que sintió todo aquello, hizo que sus ojos se abrieran de par en par. Nunca antes había sido tan consciente de la presencia física de un hombre. Se dio cuenta de lo mucho que él la atraía. Y no sólo por lo alto y fuerte que era, sino también por su ingenioso sentido del humor y por sus extrañas costumbres. Como la de beber leche, en vez de café o té, como la de que le disgustaran las tormentas… Eran detalles tontos, pero, por alguna razón, la suma de ellos la hacía sentirse muy atraída hacia ese hombre. De ahí surgía esa especie de corriente eléctrica que los rodeaba a ambos. Y no podía dudar de que esa comente eléctrica existía. Cuando los ojos azules de él se posaron sobre su camisa y luego subieron hasta la hendidura en la base de su cuello, ella se sintió como si él estuviera tocando su piel. Como si él estuviera tocando partes secretas y sensibles de su cuerpo. Y a ella le pareció que la única posibilidad de escapar de esa dulce tortura era arrojarse a sus brazos.

«No puedo creérmelo», pensó ella, mientras su corazón latía a toda velocidad y comenzaba a sentir un hormigueo en los pechos, al descansar la mirada de él sobre ellos. «¿Cómo puede ser que yo sea tan sensible a él? ¿Cómo puede ser que mi cuerpo reaccione de este modo ante el simple roce de la mano de él sobre mi mejilla o la manera en la que me está mirando?».

—No… —susurró ella, y él apartó la mano, echándose hacia atrás.

—Estoy de acuerdo —dijo él, con voz tranquila.

Paula parpadeó. Luego tragó saliva antes de poder hablar.

—¿En qué estamos de acuerdo?

—En que no debemos apresuramos —murmuró él, con cierta ironía.

—Apresuramos… yo… tú no esperarías… —ella cerró la boca.

Él arqueó una ceja.

—¿Que no esperaría que, a pesar de que ambos lo deseamos, tú te acostaras conmigo? No. Y yo no te lo pediría. No quiero que me abofetees.

—No… no bromees sobre eso —le advirtió ella.

—¿Quiere eso decir que te gustaría hacerlo, Paula?

Ella se quedó mirándolo fijamente. Después se echó el flequillo a un lado.

1 comentario: